Maid

Prólogo

Su cabeza latía fuertemente con toda la musica de fondo junto al alcohol que corría por cada celula de su cuerpo.

Jamás había bebido más de la cuenta, y casi nunca lo hacía, pero ahí estaba ella, una de las solteronas más codiciadas, la joven más millonaria, y tambien la más extraña y solitaria. Tenía a muchas mujeres y hombres a sus pies, pero ella simplemente no le interesaban, sabían que iban con ella por algunas razones, y eran financieras, y uno que otro por un buen revolvón de una noche, aunque por supuesto, los hacía firmar antes un acuerdo de confidencialidad y si algo salía de sus bocas, no tuvo que decir la consecuencia, su mirada decía las consecuencias, muchos se quedaban, muchos se iban.

Pero ahí estaba, aquella ojiverde millonaria e increíblemente sexy recargada sobre codo mirando a la cantante de esa noche, su mano libre sostenía un vaso de whiskey mientras sus ojos se maravillaban ante aquella voz y esos movimientos candentes y ardientes.

—Hamilton—Murmuró reincorporandose en su silla dando un trago a la bebida sin acabersela, sin embargo, su mirada jamás se quito de la morena en el escenario—Tienes lo que resta de la noche para que yo la tenga.

Su amiga miro a la cantante, quien vestía un atuendo fabuloso para alguien con impresionante cuerpo, y le quedaba como guante a aquella mujer. Una tenue sonrisa nació de sus labios, esa maravillosa morena tenía algo que las demas no, las demas miraban a los hombres y mujeres con el afán de enredarlos entre sus encantos, pero ella no miraba a nadie, su mirada se paseaba en las paredes con luces neón, en el techo o en el suelo, no le dirigió la mirada a nadie, pero todos estaban encantados con ella.

—¿De qué manera la quieres?—Cruzó sus piernas estirando con elegancia su mano para tomar una bebida que los meseros traían.

—La que sea, pero la quiero.

Su otra amiga a su lado negó con la cabeza ante la interacción de sus mejores amigas, con delicadeza se inclinó hacia delante detiendo a un mesero, el cual se detuvo de inmediato y se puso terriblemente nervioso al verla, no solo por su maginfica y celestial belleza, sino tambien al reconocer quien era, sus ojos miraron de reojo a sus acompañantes y supo que tenía que comportarse a la altura de aquel trío, las tres grandes estaban frente a él.

—Seedlip, si eres tan amable—Pidió la rubia alejando su mano del mesero al haber captado su atención.

—Enseguida, señorita Brooke.

Sus dos amigas sonrieron a la interacción de la la rubia, esa pequeña pero poderosa mujer les había dado batalla para traerla, y aún más les costo convencer a la ojiverde, quien ahora parecía más libre y calmada, a comparación de como entró.

—Estamos en uno de los mejores bares, Ally, ¿y pides una bebida sin alcohol?—La rubia rodó los ojos por lo dicho de la morocha.

—Dejalá, Hamilton, y ponte a hacer lo que pedí—Intervinó sin dejar de ver a aquella morena, quien por primera vez dirigió su mirada al público.

—Lauren, no creo que eso sea conve...

La mirada castaña de la cantante estaba fija en la de su mejor amiga, quien a pesar de controlarlo, no estaba en sus 5 sentidos. La melodía de la dulce y suave voz de la cantante siguió pero había un atisbo de nerviosismo, lo que causó una sonrisa maliciosa en la millonaria, la cual sentía todos sus nervios activarse y sus musculos vibrar de una extraña pero alucinante manera, y eso solo con tener aquellos mares profundos de chocolate sobre ella, solo ella.

No sabía cuánto había pasado pero las cortinas se cerraron alrededor del escenario, así negándole la posibilidad de ver una vez más a la mujer que logró alterarla por completo con sólo una mirada, y su deslumbrante presencia. Ni siquiera se había dado cuenta que había dejado de cantar, ni que sus manos apretaban fuertemente su agarre en el sillón. Nada le preocupaba en ese momento más que tener con ella a la castaña, de la cual no sabía nada, ni quiera su nombre, pero ya la tenía hechizada, necesitaba, ansiaba y quería tenerla.

Solo que no le específico su pedido al universo, ni a sus amigas.

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