Capítulo 16

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—Vacaciones, vacaciones, vacaciones

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—Vacaciones, vacaciones, vacaciones...

Mi madre me miraba desde la cocina mientras yo le canturreaba al aire. Tenía esa sonrisa risueña en el rostro, porque sabía el motivo de mi felicidad. Mi madre era una amante de las historias románticas, y se había vuelto una fan incondicional de mi relación con Samuel.

—Cuando eras pequeño solías ponerte igual de feliz cuando llegaban las vacaciones. En ese entonces era porque podías dormir hasta tarde y jugar videojuegos. Ahora es porque vas a tener a Samuel una semana entera. ¿En qué momento creciste tanto, Eli?

Se acercó y me dio un beso cariñoso en la frente.

—A veces sigo sintiéndome ese niño.

—En el fondo lo eres, solo que ahora ya estás más alto que yo, eres universitario y estás enamorado.

Ambos nos reímos.

—¿Cómo van las cosas con los señores Colman?

La sonrisa se borró inmediatamente del rostro de mamá.

Llevaba varios días queriendo hablar del tema con ella, necesitaba hacerlo antes de que viniera Samuel.

—Gerardo está viendo la manera de hacer un juicio. Y mientras tanto, está buscando trabajo en otro lugar. Elízabeth está preocupada porque cuando Samuel venga a quedarse se va a dar cuenta de que su padre no está yendo al trabajo.

—¿Y qué van a hacer si Samuel se entera? Creo que deberían decirle algo.

—Nosotros no podemos meternos en eso, Eli. Entiendo que tú también estás involucrado, por eso yo no quería que lo supieras.

—Pero lo sé, y me hace sentir horrible que Samuel no sepa nada al respecto.

—Ya lo sé. —Estiró la mano para regalarme una caricia en la mejilla, yo me dejé hacer, suspirando—. Lamento que estés en este aprieto, pero las cosas se van a solucionar muy pronto. Piensa que lo estás protegiendo hasta que la tormenta pase.

La palabra "proteger" no sonó tan bien como mamá pretendía. Supongo que Samuel acabó acostumbrándose a que, de alguna manera, todos lo sobreprotegiéramos. Yo sabía que aunque él ya no hiciera comentarios al respecto, siempre buscaba la manera de demostrarnos que se estaba convirtiendo en un hombre, y que podía valerse por sí mismo y ser independiente cuando quisiera. Nos lo dejó saber a todos cuando se fue a estudiar solo a otra ciudad, y volvió a recordármelo aquella mañana cuando se plantó frente a mí y me dijo todas las verdades en la cara. Yo lo sabía, y realmente admiraba su ímpetu y su actitud. Admiraba que no permitiera que su discapacidad lo limitara de ninguna manera, pero aun así, no podía evitar preocuparme por él todo el tiempo. Comprendí a la perfección la frase que solía decirme mamá: hay gente mala allá afuera. Temía que esa gente mala se topara con Samuel y le hiciera daño. Creo que todos sentíamos lo mismo. Samuel era demasiado puro y hermoso para este mundo de porquería, y ninguno de nosotros queríamos que él se preocupara o se sintiera mal de alguna manera.

Conversé un rato más con mamá mientras esperaba que terminara de preparar las viandas, luego me despedí de ella en la puerta y salí rumbo a la tienda. En el camino me crucé con la señora Colman. Lucía tan demacrada y triste que por un momento tuve la sensación de que no era ella.

Me saludó con un beso en la mejilla y preguntó por mi madre. Yo le indiqué que la buscara dentro de la casa antes de seguir mi camino.

Mamá se había convertido en el hombro de la señora Colman, era su amiga y su confidente. De alguna manera me alegraba que recurriera a ella, porque era realmente buena para escuchar.

Trabajé con papá hasta las cuatro y media de la tarde. Vendimos un armario de roble a una señora y a su esposo. Me sentí orgulloso de mi padre cuando ellos admiraron cada detalle del mueble con fascinación. Tuve ganas de decirles algo como "¿vieron eso? Lo hizo mi padre", pero me contuve.

Fui a clases y me aburrí como una ostra hasta que finalmente me liberaron. Sabía que los días se me iban a hacer eternos y que estaría con la ansiedad a tope hasta que llegara el viernes, pero incluso la espera me resultaba emocionante. 

 

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La subjetividad de la bellezaWhere stories live. Discover now