Capítulo 21

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—Mis padres quieren regalarme un perro lazarillo

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—Mis padres quieren regalarme un perro lazarillo.

—¿De verdad? Eso sería genial, dicen que esos perros son súper inteligentes.

La tensión entre nosotros se notaba a kilómetros. Samuel había tomado la decisión de poner una barrera; ahora apenas se me acercaba para saludarme. 

Yo sabía que en el fondo solo lo estaba haciendo para fastidiarme, pero supongo que me lo merecía por haberme comportado como un tonto inmaduro. 

Durante un buen tiempo estuve intentando convencerme de que estaba bien, que tal vez eso ayudaría a que yo me quitara esas ideas locas de la cabeza. Porque según yo, lo que me pasaba con Samuel no era más que una simple confusión. 

—Sí, y te ayudan con muchas cosas. Creo que me sentiría mucho más independiente. En realidad todo empezó porque les comenté que quería tener una mascota. A mí me gustan un montón los animales, así que ellos quisieron matar dos pájaros de un tiro.

—Bueno, deberías ir pensando en un nombre para ponerle.

Él asintió, y de nuevo nos quedamos en silencio.

Me rasqué la cabeza mientras pensaba en algún tema para seguir conversando con él. También tenía la opción de inventar una excusa y marcharme, pero eso significaba seguir huyendo de Samuel y del evidente distanciamiento entre nosotros.

No quería perder su amistad.

No quería bajo ningún concepto que él cambiara su forma de ser conmigo, porque me gustaba cómo era antes. Quería recuperar a mi dulce mejor amigo.

—Oye, tengo una idea. No tienes nada que hacer, ¿no? salgamos a andar en mi bicicleta.

Samuel hizo una mueca, estaba bastante sorprendido.

—¿Cómo se supone que yo vaya en bicicleta? Probablemente acabe estampado contra algún árbol.

—Yo te llevo.

Aunque me tomó algo de tiempo convencerlo, al final acabó accediendo.

No recordaba en qué momento mi bicicleta acabó guardada en el garage. Tenía muy buenos recuerdos junto a ella; cuando era más pequeño, solía pasarme las tardes enteras dándole la vuelta a la manzana.  

Samuel se sentó en el tubo superior, y se sostuvo del manubrio. Por primera vez en un buen tiempo, volvía a sentirlo cerca de mí, y eso me trajo la calma que tanto había estado buscando.

Comencé a pedalear cuando él me indicó que ya estaba listo. El aire frío lamió nuestras mejillas, en la calle se sentía el olor a humo por las chimeneas encendidas; amaba ese olor. 

—Ahora mismo estamos andando en una calle angosta, con muchos árboles a los costados del camino. Pasar por aquí en primavera es precioso, porque los árboles están llenos de hojas verdes, y la luz del sol se filtra por entre las ramas. Ahora, todas sus hojas se cayeron. Son de color naranja y marrón. Cuando era pequeño, me gustaba pasar por encima de ellas y sentirlas crujir bajo mis pies. También me gustaba hacer montañas y lanzarme encima de ellas.

—¿Quieres hacerlo ahora? —preguntó él. Pude notar mucho entusiasmo en su voz.

—Claro.

detuve la bicicleta y lo ayudé a bajarse. Luego, la apoyé en el tronco de un árbol grueso y me acerqué con Samuel a una montaña de hojas marrones, rojizas y amarillentas.

—Mira, así se siente el otoño. —Tomé sus dos manos y coloqué una hoja en ellas. Luego, cerré sus puños y los apreté suavemente con mis manos para que él pudiera sentir la hoja deshacerse entre sus dedos. El sonido que hizo la hoja al romperse me resultó sumamente satisfactorio—. Es mi estación favorita.

—Creo que también será la mía —contestó él con una sonrisa.

—Espérame un momento.

Me acerqué a una pequeña montaña de hojas y comencé a juntar algunas más para formar una gran montaña. Recordé la paciencia con la que solía hacerlo cuando era un niño; tenía que ser perfecta para que, cuando me lanzara a ella, las hojas abrazaran mi cuerpo y se sintiera suave.

—¡Está listo! —exclamé entusiasmado.

Tomé la mano de Samuel y lo guié hasta la enorme montaña. Él abrió la boca para decirme algo y en ese momento, le di un suave empujón y él trastabilló, cayendo de espaldas en ella. algunas hojas volaron sobre él, cubriendo parte de su cuerpo. Luego, yo salté de espaldas y caí junto a él.

—¡Estás loco! —exclamó, riéndose.

Las hojas lo habían cubierto casi por completo.

—¡Extrañaba muchísimo hacer esto! Ahora te miran raro si te ven lanzándote a una montaña de hojas, pero, ¡diablos, es tan divertido!

Samuel tocó las hojas que estaban sobre su cuerpo y comenzó a estrujarlas con sus manos.

—Creo que me volví adicto a esta sensación, y al sonido que hacen cuando las aplasto. Esto es genial.

—Por eso es que el otoño es mi estación favorita. En verano me pudro de calor, en primavera de alergias, el invierno no está mal pero es aburrido. El otoño es perfecto.

Ambos nos quedamos tumbados sobre las hojas durante un largo rato.

Yo estiré la mano y me topé con la de Samuel. Al principio dudé, pero al final, acabé tomándola con timidez.

—También te extrañaba a ti.

Él ladeó el rostro, y cuando vi su sonrisa cálida, sentí unas inmensas ganas de volver a besarlo. Detestaba ese miedo que me paralizaba cada vez que intentaba darle rienda suelta a mis sentimientos. No entendía por qué siempre acababa censurándome a mí mismo. No sabía exactamente a qué le tenía tanto miedo, pero ese monstruo de sentimientos estaba allí, acechándome, amenazándome todo el tiempo. 

—Yo también —contestó él, sacándome de mis pensamientos.

—No quiero que las cosas sean diferentes entre nosotros, Sam. Eres mi mejor amigo.

—Pero tú dijiste...

—Ya sé lo que dije. Pero tú te tomas las cosas muy a pecho. —Me reí —. Además no recuerdo haber mencionado que quería que tú cambiaras. Me gustas tal y como eres, no quiero que seas distinto.

Al decir aquello, sentí como las palabras iban quemando mi pecho y mi garganta. Sabía que Samuel no tomaría lo que dije de forma literal, y yo era demasiado cobarde como para decirlas de esa forma. Prefería ocultarlas detrás de la amistad. 

Nos quedamos allí hasta que el frío nos obligó a regresar. Lo dejé en la puerta de su casa con la promesa de repetir este día en el tintero.

Me sentía feliz. El Samuel que yo conocía había vuelto. 

 

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La subjetividad de la bellezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora