Capítulo 14

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—¿Crees que te van a dejar?

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—¿Crees que te van a dejar?

Apoyé la espalda contra el respaldo de la cama.

—Creo que sí. Mi papá tiene mucho poder de convencimiento y mi madre nunca fue una bruja con esas cosas. Ella siempre se preocupa mucho pero sabe que yo no soy ningún tonto. Tampoco es que vaya a las fiestas para fumar maría y emborracharme hasta el borde del coma etílico.

Samuel se rio.

—Sam, ¿qué clase de discusiones tienes con tus padres?

Alzó ambas cejas, un tanto sorprendido ante mi pregunta.

—Lo que más me molesta de ellos es que me sobreprotejan. Creo que ese es el único motivo por el que más hemos discutido. No sabes lo mucho que luché para que me dejaran ir solo al colegio. Tengo quince años, a veces me gustaría simplemente vivir como un chico normal de mi edad sin sentir que mis padres quieren meterme adentro de una burbuja todo el tiempo. O sea, sé que soy más propenso a que me pasen cosas, pero tal vez es parte de vivir, ¿no?

—Bueno, sí, pero los padres siempre van a intentar que superes las etapas lo más ileso posible. Creo que puedo llegar a entender lo que ellos sienten. No es solo porque seas ciego, es porque tu personalidad es un poco... ingenua. Aunque el otro día me demostraste a mí y a todos que puedes defenderte.

Sam dejó escapar un suspiro pesado. Supuse que no era la primera vez que alguien le decía eso, y a juzgar por la expresión de molestia en su rostro, creo que no le sentó muy bien el comentario.

—Es por eso que todo el mundo siente lástima de mí. Porque luzco como un niño y actúo como uno también. Quisiera que todo el mundo dejara de verme así, que se fijaran en mí como un chico... ya sabes, "normal". Sé que no te gusta que use ese término pero es que es así como me siento a veces.

Sentí que se me tensaban los músculos de la espalda en cuanto escuché aquello. Cuando veía a Samuel, me daba la impresión de que nadie sería capaz de estar a su altura. Que los demás adolescentes eran demasiado básicos para siquiera entender un poco de su mundo. Samuel simplemente era demasiado para todos ellos.

—Realmente no deberías preocuparte tanto por eso, Sam. Tu forma de ser está bien. No puedes cambiar solo para caerle bien a los demás. ¿Qué importa si no somos como los demás adolescentes? Si todavía no hemos tenido sexo o si tú no has dado tu primer beso? Hacer o no hacer esas cosas no te hace un adolescente normal. Tal vez seas anormal según tú, pero eso es lo que te hace un chico genial.

Sus labios se curvaron en una sonrisa y por un momento me pareció ver que se había puesto colorado.

—Tú haces que me sienta genial, Eli. Tuve suerte de encontrar un amigo como tú.

Sonreí. En realidad yo era el que se sentía con suerte.

Pasamos la tarde juntos y cerca de las siete, regresé a casa.

Mamá estaba sentada en el sofá, mirando una película. Papá estaba preparando la cena.

—Alto ahí, muchachito. Tengo que hablar contigo.

Sentí el corazón palpitando con mucha fuerza. No pude identificar si su tono de voz era de enojo o simplemente estaba intentando hacerse la seria para parecer más intimidante.

Frené en seco y me paré frente al televisor. Ella me invitó a sentarme en el sofá individual, yo solo obedecí sin abrir la boca.

—Tu padre me contó lo de la fiesta de cumpleaños de tu compañera. Me dijo que ibas a ir con Samuel. Espero que lo que le dijiste no haya sido una excusa para que no te digamos que no.

—No es una excusa, solo fue un comentario. Es cierto, él me dijo que es la primer fiesta a la que lo invitan, y bueno, Johana y yo nos conocemos desde primer año de secundaria y ella siempre hace fiestas.

—¿Y nunca te había invitado antes?

—Sí, siempre me invitaba, pero ya sabes cómo soy...

—¿Y por qué ahora tienes tanto interés en ir?

—Porque voy a acompañar a Samuel.

De inmediato sentí cómo se me subieron los colores al rostro. Tuve una extraña sensación de inquietud, como si hubiese quedado en evidencia, pero no sabía exactamente por qué.

Mi madre soltó un suspiro, cruzó los brazos sobre el pecho y volvió a hablar.

—Ya estuve charlando con Elizabeth. Ella los va a llevar, tu papá los trae. A las doce en punto los va a estar esperando en la puerta de la casa de la chica, ¿está bien? No tomen nada raro y tengan mucho cuidado.

—¿Es un sí? ¡Es un sí!

Salté del sofá y subí las escaleras a los tropezones después de darle un beso en la mejilla a mi madre a modo de agradecimiento.

Me encerré en mi cuarto, busqué mi teléfono y marqué el número de Samuel.

—¿Eli?

—Mi madre dijo que sí, ¡vamos a ir a la fiesta!

Escuché su respiración agitada, luego una risita ahogada.

—¡Eso es genial! Por un momento creí que no iban a dejarte.

—Te dije que mi madre no era tan mala como aparentaba. Lo vamos a pasar genial, Sam. Te lo dije, este año estaremos adentro, amigo.

Me hubiese encantado ver su expresión en ese momento. Seguramente estaría sonriendo de esa forma tan peculiar, tan única, tan suya. 

 

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La subjetividad de la bellezaNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ