11. Vivian

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Lo que sintió en su corazón cuando se miraron fue inefable. 

La energía que los unía se magnificó. Allí, en medio de toda la tristeza que la había estado arrastrando, se encontró a sí misma experimentando el más puro de los sentimientos. El amor. El amor que siempre había sentido por él y que ahora se avivaba en ella con una fuerza sobrecogedora. La llama que nunca se había apagado.

No podía apartar la mirada. Era incapaz de despegar los ojos de los suyos, de aquellas dos perlas grises que parecían invitarla a ahondarse en las profundidades de su alma. Fueron apenas unos segundos, en los que se sintió de nuevo como la chiquilla de quince años que un día fue. Volvió a ser la niña enamorada repleta de temores. La que se pasaba las clases enteras observando al chico que siempre encontraba la manera de sentarse con ella. 

Durante una mirada, no existió el tiempo en el hospital de Geollen. El dolor, la pena, el miedo, todo quedó reducido en nada, opacados por la chispa luminosa que acaparaba su pecho. El hechizo que la había conjurado hacía ya tantas noches en el tiempo, de pronto dejó de parecerle una maldición. Solo eran él y ella. Dos almas fusionadas en una. Dos personas destinadas a encontrarse sin importar las vueltas que dieran o lo mucho que huyeran. 

Eran ellos y su amor. Y no había cabida para nada más.

Pero como en todo cuento de hadas, aquello no estaba más que en su cabeza. Con todo el dolor del mundo, se dio la vuelta con el corazón encogido, por mucho que este le estuviese reclamando a gritos que quería quedarse un rato más allí junto a su amado. 

La atmósfera que se había formado con ellos se fue desvaneciendo con cada paso que dio para alejarse de él. El tiempo volvió a correr con normalidad y el hospital de Geollen dejó de ser la fortaleza que amparaba su amor. 



La historia que nunca ocurrióWhere stories live. Discover now