Capítulo III: Bendita bipolaridad

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Josslyn:

Los nervios son el peor enemigo de cualquier ser humano. La falta de control que tiene el cuerpo y la poca coherencia de las palabras, hace que los nervios siempre terminen en desastre. Esa era la razón por la cual bajaba las escaleras con una cara de espantar muertos y Lucas con una sonrisa triunfal.

Llegamos a la planta baja y la mirada de todos, indicaba que llevaban esperándonos un buen rato. Ellos vestían de la manera más elegante posible. Mis padres iban combinados de negro y mi pequeña hermana, usaba un vestido de copa rosa pastel. Estaba hermosa.

Me acerqué a mi familia, ubicándome junto a Verónica, que no dejaba de jugar con aquella muñeca de la piscina, la que todavía tenía el pelo mojado y había salpicado un poco su vestido.

—Entonces, si ya estamos todos, creo que podemos salir —anunció el padre de Lucas, colocando su teléfono dentro del esmoquin y enganchándose del brazo de su esposa.

—Terminemos de una buena vez con esta cena —resopló el susodicho detrás de mí, con su mejor tono borde.

Con lo poco que conocí a de Lucas tenía claro ya un par de cosas. Primero: era inestable a más no poder y segundo: no estaba para nada contento con nuestra llegada a su casa.

—Sí, creo que todos ustedes están muy cansados, por lo tanto es mejor salir ya —le cubrió su madre, que parecía los ojos se le iba a salir de órbita.

Salimos de la casa y la misma brisa que me había recibido en la mañana, me envolvió en la noche. Todos subimos al jeep del padre de Lucas, pero él y su mala leche, se fueron en una motocicleta aparte, por suerte.

El camino fue relativamente corto, hasta que nos recibió un enorme arco iluminado y adornado con lo que yo diría eran pequeñas flores. Pero no confíen en mi vista, es un fiasco.

Bajamos del auto y me encontré con un camino rodeado de flores blancas, que gracias a las tenues luces lila, adquirían una tonalidad diferente, dándole un aspecto mágico. Una fina línea de farolas incrustadas al piso, nos indicaban el camino a seguir, como una peli romántica. Aprovechando el tiempo que nuestros padres tardaron en coordinar nuestra mesa y la entrada, pude detallar todo con claridad.

—Es hermoso, ¿cierto? —dijo mi hermana, que tenía los ojos igual de abiertos que los míos.

—Sí, es precioso —me agaché para quedar a su altura—, igual que tú —le sonreí y sus mejillas se tiñeron de un rosa intenso.

—Gracias —puso sus manecitas alrededor de los cachetes regordetes que adornaban su rostro y salió corriendo hacia mi madre.

Me voltee nuevamente hacia la combinación de luces. Embobada con cada pequeño detalle, cada cosa en el lugar exacto.

—Dios... —dejé salir ante el hipotético esquema de planificación que hacía mi mente.

Tanta organización, altera.

—Mucha gente viene aquí —dijo Lucas, parándose junto a mí—, pero de ellos, casi nadie ha tenido buena opinión del lugar. No por el trato o la comida, sino porque hay mejores.

—Para mí está bien.

—Este es el favorito de mi madre.

—Ya veo porque es su favorito —me voltee hacia su rostro, era extraño hablarle sin ironías y solo nos habíamos cruzado algunas palabras.

—Es lindo ver cómo te quedas atontada con los detalles, observando todo como si fuera lo mejor del mundo —metió las manos en los bolsillos.

Si supieras que solo intento tranquilizarme, porque los detalles me estresan.

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