8:" Todo se fue al... "

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—¿Quien eres?, solo altos rangos entran aquí, no cualquier hombrecito que usa un traje y un maletín, ¿reúnes los requisitos?,¿eso crees? —dijo muy rápido.

—Ah, amm, yo —tartamudié ante la insistencia.

—Puedes entrar, bienvenido a bordo —yo solo podía admirar la diferencia entre el color de sus ojos, esos hermosos ojos qué ya había visto en otra parte—¿qué tienes, no hablas?. Oye, yo no muerdo —sonrió.

Estaba tan asombrado por su rostro que no me permitió hablar. Tenía extendida su mano hacia mí, pero yo me límite a mirar y rechazarla.

Sacudí mi cabeza para recordarme que tenía un trabajo que cumplir. Estaba por levantarme cuando ella volvió a hablar.

—Quiza no quieras formar parte, y está bien, nadie quiere ser mi amigo por aquí. Siempre los lastimo, ¿sabes? —bajo la mirada a sus manos muy triste y tomó su conejito para cubrir su rostro, para que yo no la viera llorando.

Sus sollozos podían escucharse y por alguna razón me recordó a mi hermana Vanya, quién siempre lloraba porque alguien la mirara con mala cara.

—Ey —baje cuidadosamente el muñeco para poder verla a los ojos— está bien, no es tu culpa.  A veces, somos diferentes y eso... eso no es malo, en ocasiones no... no encajamos, nos sentimos fuera de lugar.

La última frase que dije fue más por mi que por ella. Yo sentía que no encajaba en esta familia, por eso escapé.

—Mis hermanas se burlan de mis ojos, ¿por qué no pueden ser normales?, ya intenté de todo, tomé uno de los pinceles de papá para pintarlos pero... —soltó una lágrima— no se puede.

Comprendí lo que decía, uno de sus ojos era verde mientras que el otro azul cielo. Los niños pueden ser muy crueles.

—Tus ojos son hermosos, pronto lo entenderás. Además, eres alguien muy fuerte —tomé con temor su pequeña mano que solo sostenía uno de mis dedos.

— Sí  —secó su nariz con el peluche, cómo cualquier niño— pero papá no me deja golpear a número cinco, ¿tu sabes por qué?

—Ammm yo supongo...

—Dice que debo de protegerlo    —la pequeña se sentó en el suelo  no se molestó en preguntar qué hacía yo en su casa— te cuento, Cinco es muy, muy tonto, y torpe... pobrecito. Un día, intentó alcanzar uno de sus carritos de juguete que estaba en un mueble en la biblioteca, el Señor Reginald lo había puesto ahí, entonces, él se teletransportó, ¡Uy! —cubrió su boca como si me hubiera contado un secreto.

—¿Qué ocurre? —pregunté quitando sus manos de su cara.

—No le digas a papá que te lo dije.

—No, no le diré —hice una seña de cierre en mi boca.

—Cinco puede moverse sin moverse —susurró— cuando hizo eso, la litera calló sobre él... y el carrito se rompió, así que, le dí el mío para que parara de llorar.

Flashback

—¿Cinco? —abrió la puerta la niñita, hablándole al pequeño número cinco que estaba llorando en pijama, se había astillado las manos y su padre lo había reprendido fuertemente.

Al ver esto, puso sus manos en su espalda, estaba nerviosa por lo que haría. Ella se acercó sigilosa y subió por la cama hasta el otro extremo para sentarse junto a él.

Solo lo veía, miraba su respiración entrecortada y el sentimiento en cada gesto de dolor.

Su hermano jamás se mostraría tan débil y vunerable ante sus hermanos.

—Sé que estás triste por tu juguete, y... bueno, yo tengo muchos —le mostró el juguete, ese juguete era muy especial, era el único recuerdo que tenía de sus padres— No hará que tu manita no te duela, pero te pondrá feliz en el almuerzo, cuando juegues con el bajo la mesa. Toma, es para ti.

Le extendió su mano con el cochesito de juguete.

—¿Lo dices en serio? —ella asintió.

—Sí, por supuesto. Cuando yo estoy triste, abrazo mi almohada porque al señor Hargreeves no le gustan los abrazos, pero sé que no es lo mismo que hacerlo con una persona —hizo una pausa— ¿puedo abrazarte?, solo será un segundo.

Ella sabía que Cinco no soportaba el contacto físico prolongado y menos frente a las personas, por eso pidió permiso sutilmente.

—Sí, está bien —extendió sus brazos y se entrelazaron, Cinco besó su cabeza y acarició su cabello— Gracias pulga.

Fin del flashback

Esa escena había llegado a mi cabeza, cómo si a penas pudiese recordarla, algunas lágrimas salieron. Fue muy conmovedor escuchar esa historia, pero lo mejor fue que pude sentirla.

—Eres una buena hermana.

—¡Oops!, mi nombre es Arlene —extendió su mano— Sr. Reginald dice que es descortés no presentarse.

Arlene...

—Yo soy, amm —no podía decirle mi nombre— necesito hacer algo pronto. Lo había olvidado por completo, necesito ir a la habitación de Diego.

—Diego debe de estar durmiendo.

—Tu también deberías hacerlo, ¿no crees? —la pequeña Arlene bostezó.

—No —frotó sus ojos— yo estoy bien.

—Ven aquí —extendí mis brazos para tomarla y llevarla a su habitación pero el ruido de los quejidos provenientes de un pequeño gruñón me lo impidieron.

En cuanto escuché los pasos marcados por la escalera desaparecí en una luz azul.

—Oh, tú también te mueves sin moverte —dijo la niña cuando desaparecí.

Después volví al pensar bien las cosas.

—No puedes decir nada de esto, ¿de acuerdo? —dije apuntando con mi dedo como una acusación. Sin embargo, ella lo tomó con su dedo meñique y los entrelazó— ¿Qué haces?

—Lo prometo —tomó mi rostro y besó mi mejilla— buenas noches Cinco grande, me alegro de que estés bien —sonrió y yo me retiré muy confundido.

Omnisciente

El pequeño Cinco volvió a la habitación azotando la puerta con fuerza. Estaba muy enojado, había perdido contra su hermana, y su propósito era impresionarla con su inteligencia, pero eso le resultaba difícil con ella.

—¿Ya admitiste que estás equivocado? —dijo Arlene viendo aún al armario. Escuchó un quejido de número Cinco.

—Sí, Ben dijo que tú lo dijiste bien —ella sonrió— pero si le dices de esto a alguien, te lanzaré por las escaleras pulga.

—¿De nuevo?

"La Comisión" I ✨Five Hargreeves✨Where stories live. Discover now