LXXIV

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Heeseung salió del cuarto de la enfermería con un vendaje sobre su ceja y hielo sobre un lado de su cabeza.

Ryujin se levantó de un salto y lo abrazó fuertemente, haciéndolo reír, aunque dejó de hacerlo cuando se dió cuenta que la chica lloraba.

—Ey, tranquila— Heeseung frotó su espalda para intentar calmarla—. Ya pasó, estoy bien, ¿Ves?

Jay negó.

—Vine para cuidarte y no puedo hacerlo— murmuró con una voz ronca.

—Me cuidaste bien, me trajiste hasta la enfermería casi cargando, ¿Qué más quieres?

La chica volvió a negar, se sentía culpable, inútil, no había podido hacer nada.

—Estoy bien, y lo harás la próxima vez, supéralo— Heeseung río un poco, para romper un poco esa aura del ambiente.

Una señora se asomó por la puerta de donde Heeseung había salido, la enfermera les dedicó una mirada a los dos abrazados antes de ver hacia atrás.

—¿Siguen ustedes?— preguntó.

Jay le tendió una mano a Jungwon, quien la tomó y ambos fueron juntos hacia la pequeña habitación, el rubio no puedo evitar mirar de nuevo a su hermana, abrazada a ese que había presentado como un amigo, aunque dudaba.

—¿Qué está pasando?— preguntó la mujer, anotando algo en una libreta.

—Tiene fiebre y dolor de cabeza— contó Jay, un paso atrás de Jungwon.

—Ajam, ¿No siente nada más?

Jungwon negó.

—Bien, siéntate un momento, te revisaré un poco— la mujer lo invitó a subir a la camilla.

Tomó su presión, temperatura y pulso, esas últimas dos cosas estaban más altas de lo normal, aunque era a causa del dolor.

Mientras hacia eso, Jay no pudo evitar preguntar por Heeseung.

—Oh, nada grave. Sufrió una convulsión repentina, cayó al suelo, quizás sea por la posición, o quizás por suerte, pero solo tuvo una contusión y un corte en la ceja.

La mujer habló otro rato de las convulsiones y de lo terrible que puede ser ver una.

—Esa chica estaba muy alterada, no la culpó, al ver la sangre y al chico tan confundido... Podría haber pensado de una fractura de cráneo o algo así, por suerte no pasó, es común en los que sufren epilepsia.

Guardo el termómetro, anotando la temperatura en su libreta, y se volteó de nuevo hacia Jungwon.

—Del uno al diez, ¿Qué tanto te duele?— le preguntó.

Jungwon tardó un momento en decir entre ocho o nueve, finalmente, alzó nueve deditos.

Le parecía peor que antes, quizás porque hacía mucho que no le pasaba, o porque no tenía nada para sentirse mejor, ni medicamentos ni trapos fríos.

—Bien— la mujer asintió—, necesito que me pases el teléfono de tus padres, necesito su consentimiento para darte algún remedio.

Jungwon miró a Jay, quien sacó su teléfono, desbloqueandolo para buscar el contacto de la señora Yang, para pasarle el aparato a la enfermera.

La señora Yang tardó unos pitidos en contestar, pero, tan atenta y protectora como siempre, tenía el celular junto a ella en la cama, y atendió en la primera llamada.

No hablaron por más de un minuto, donde la mujer le explicó la situación y la madre no se opuso al remedio que tenía para ofrecerle, ya que era el que Jungwon solía tomar para sus eventos de fiebre.

Ya con las pastillas en mano, se despidieron de la mujer, Jay sostuvo a Jungwon todo el camino hacia la cabaña, su novio tardaría un poco en sentirse mejor, pero para demostrar su apoyo, se quedó con él en la cama, sin darse cuenta, ambos quedaron dormidos juntos.

𝕄𝕦𝕥𝕖 ♧ 𝕁𝕒𝕪𝕨𝕠𝕟 ♧Where stories live. Discover now