XCIV

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Jungwon se veía asustado, ni siquiera Jay podía calmarlo, así que luego de que tomaran una muestra de sangre, y caer en casa de su tía Lisa, lo primero que ofreció la mujer fue que vaya a darse un baño y se relaje todo lo que quiera, aunque tomó varios mimos y besos de parte de Jay para que el pelinegro se sintiera un poco mejor como para quedarse sólo en el baño.

Para ese entonces, ya había caído la noche.

Para cuando el rubio pudo separarse de su novio, la señora Yang y la tía lisa ya estaban hablando, y Jay llegó para el punto en que su madre postiza lloraba a moco tendido mientras la otra mujer la abrazaba con fuerza, y no llegaba a entender del todo los balbuceos de la mujer.

Quizás era suerte, quizás no, pero la señora Yang seguía teniendo esa costumbre de mover las manos en señas para todo lo que hablaba, sólo que ahora eran la única cosa que Jay podía más o menos entender.

Los ojos de Jay se llenaron rápidamente de lágrimas, hasta que un sollozo lo delató, haciendo que Lisa lo mirara con preocupación.

—Jay...

—¿Qué tiene de malo Jungwon— habló, con la voz tan rota como se sentía por dentro.

Lisa abrió la boca, pero no dijo nada, la cerró de nuevo.

La señora Yang negó con fuerza, se separó de la otra mujer, para acercarse a Jay, limpiando sus lágrimas inútilmente.

Pero por más que abrió la boca, su voz sonaba muy rota para hablar, el nudo en su garganta crecía y crecía, hasta que finalmente negó, sus manos temblaban demasiado, y sentía sus dedos torpes, sin siquiera poder hacer una seña.

Miro a Lisa y sólo asintió, como si le diera permiso, Jay quiso gritar, no entendía nada de lo que ocurría, pero la señora Yang se veía devastada, así que mordió el labio con fuerza, mientras la veía salir de la cocina.

Jay miró a la mujer un momento.

—¿Qué esta pasando?

𝕄𝕦𝕥𝕖 ♧ 𝕁𝕒𝕪𝕨𝕠𝕟 ♧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora