05. Verano de los 14 años

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{VERANO DE LOS 14 AÑOS}

"Samurai" era nuestro puesto de playa favorito. Estaba en mitad de camino al mar. El techo era de paja y la madera de las paredes estaba pintada de celeste pastel. Debíamos subir unas escaleras de madera que chirriaban para llegar al puesto. Había butacas de colores para sentarse y consumir en la barra y también había algunas mesas y sillas con vista al mar. Siempre sonaba música Reggae y Blues, los géneros preferido de Rafa, el dueño del puesto. Lo conocíamos desde siempre y era nuestra persona favorita de El Monte.

Rafa tenía el cabello negro siempre despeinado, barba al estilo Hagrid de Harry Potter y estaba lleno de tatuajes. Se había pasado toda su vida viajando hasta que se asentó en El Monte. Le encantaba hablar con gente nueva y recolectar historias y lecciones de vida.

Rafa había puesto una pizarra en una de las esquinas de Samurai para que la gente pudiera escribir la frase que quisiera con tizas de colores y Cole y yo siempre nos amontonábamos delante de la pizarra para leer las nuevas frases. El verano pasado Cole había escrito algo cuando Rafa no estaba mirando, no recordábamos qué era, pero sí que era lo bastante gracioso y grosero como para habernos pasado todo el día riéndonos de eso. Al día siguiente cuando llegamos al puesto y nos dirigimos hacia la pizarra nos encontramos con palabras escritas en rojo y en mayúscula, subrayadas: VETADOS DE AMURAI POR UNA SEMANA: COLE HOLDER Y KAIA GREEN.

Habíamos extrañado tanto la comida y los batidos de Samurai que no lo volvimos hacer. Eran los mejores batidos de toda la playa. También nos encantaba demasiado el jugo de coco y las papas fritas como para volver a arriesgarnos a ser vetados. Cuando no había mucha gente, Rafa incluso nos preparaba las papas fritas condimentadas con queso cheddar y panceta exclusivamente para nosotros.

Sabíamos que por la noche el puesto se iluminaba y se servían los mejores tragos de la playa, según nuestros padres. Me moría de ganas de saber cómo era Samurai de noche, pero ninguno de nuestros padres nos dejaba venir a la playa de noche todavía.

Ese día, Cole y yo dejamos las tablas de surf en la entrada de Samurai antes de sentarnos en dos butacas y llenar el piso de madera de gotas de agua.

Me recogí el cabello rubio con ondas en una coleta alta. Estaba mojado, lleno de arena y sal y esa noche me costaría horrores desenredarlo, pero ya estaba acostumbrada; mi shampoo de coco me ayudaba, pero a veces estaba una hora entera tratando de deshacer los nudos de mi cabello.

Cole también tenía el cabello mojado y despeinado, y cuando sacudió la cabeza una lluvia de gotas de agua cayó en mi cara. Gruñí.

―No eres un Golden Retriever, deja de hacer eso ―me quejé mirándolo mal.

Rafa apareció saliendo de la cocina con un plato de bastones de mozzarella para unos clientes. A Cole y a mi se nos hizo agua la boca. Estábamos hambrientos luego de surfear por una hora.

―¿Vienen del mar, renacuajos? ―nos preguntó Rafa una vez que entregó el pedido y se acercó a nosotros.

―Si, y si fuera por Cole hubiésemos seguido en el mar hasta que cumpliéramos treinta y fuéramos unos viejos ―me quejé alisando mi vestido que ya estaba mojado por la malla que llevaba debajo.

Estaba exhausta y no entendía como Cole seguía teniendo energía como para querer seguir surfeando. Mis piernas quemaban de tanto subir y bajar de la tabla.

Rafa se llevó la mano al corazón horrorizado.

―No sabes lo que me duele escucharte decir que treinta años es ser viejo.

―Si, Kaia ―coincidió Cole―. Si treinta años es ser viejo, Rafa ya es un cadáver.

Lancé una carcajada y Rafa nos señaló con el dedo.

Hasta el próximo veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora