11. Verano de los 16 años

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{VERANO DE LOS 16 AÑOS}

―¿Realmente esto es lo que se está haciendo viral en las redes sociales? ―se quejó Cole. Su voz sonó amortiguada, ya que tenía la cabeza enterrada en su brazo.

Estábamos en la playa, él tumbado sobre una toalla boca abajo y yo encima de él pintando su espalda con pintura acrílica.

―Entre las cuentas que sigo de gente que pinta en la playa, sí ―dije mientras trazaba la espuma blanca de una ola cerca de su columna. Me detuve cuando Cole se estremeció un poco.

Cole estaba permitiéndome pintar sobre su cuerpo para sacar una foto para mi instagram incluso aunque mi pincel le provocaba cosquillas en algunas partes del cuerpo. Iba a tener que comprarle un cono gigante de papas fritas cuando termináramos.

Me había pasado los últimos meses pintando paisajes y diseños sobre mis piernas y mis manos, pero ya estaba deseando hacerlo en otras personas. Mis amigas del instituto se negaron cuando se los pedí y, la verdad, me lo esperaba. Así que solo me quedaban mis amigos de El Monte y sabía que Cole no se negaría. Matt me había dicho que mientras estuviera acostado, me prestaba su cuerpo, algo que no me sorprendió en absoluto y Gina también aceptó mientras no tuviera que estar mucho tiempo quieta, así que a ella seguramente le haría algo más pequeño. Ni se me cruzó por la cabeza preguntarle a Ryan porque él odiaba el contacto físico y probablemente se desmayaría si se lo sugiriera.

Cole era mi primera víctima.

―¿Vas a etiquetarme en Instagram? ―preguntó― Así por lo menos la gente ve a quién pertenece esta espalda musculosa.

Me reí. Aunque tenía que admitir que del verano anterior a este, Cole había pegado otro estirón que me había dejado sorprendida cuando ayer lo volví a ver. Suponía que tenía que ver con el hecho de que no lo había visto durante todo el año y el cambio se notaba mucho más. No estaba tan trabado como él alardeaba, pero las largas horas de práctica de surf lo hacían tener un cuerpo más atlético que el resto de los chicos que conocía. Ahora me sacaba más altura que antes y su cabello estaba un poco más largo arriba y más corto a los costados. Sus rizos suaves a causa del mar caían sobre sus ojos y, tenía que admitir, que le quedaba muy bien.

Tampoco había pasado por desapercibido la manera en que se lo había quedado mirando un grupo de chicas cuando bajamos a la playa. Él les sonrió cuando pasó por su lado y yo reprimí una risa burlona.

Suponía que en mí también se notaban los cambios. Había tenido que cambiar el talle de mi bikini por uno más grande porque la parte de arriba ya no me cubría los pechos como antes y la parte de abajo me quedaba muy ajustada. Tenía más barriga y más caderas que el verano pasado, un hecho que mi madre solía recordarme como si no tuviéramos espejos en nuestra casa.

―Te etiquetaré entonces ―le aseguré a Cole mientras esparcía sobre su piel un poco de pintura azul con el dedo―. Mis compañeras del instituto van a estar comentando como locas, quiero que lo sepas.

―Van a babearse por tu mejor amigo surfista ―dijo Cole, orgulloso de sí mismo.

―Te crees Julian Wilson, eh ―lo provoqué refiriéndome a un surfista que él tanto admiraba.

―Nah, todavía me falta, pero espérame al año que viene que te voy a sorprender ―aseguró y yo me reí―. De todas formas, tengo miedo de con qué puedas aparecer tú el verano que viene, dado que ya eres toda una rebelde ―dijo con diversión.

Ah, sí, me había hecho un piercing en el ombligo meses atrás. Fue el regalo que le pedí a mi padre para los dieciséis años. Uno de sus amigos de más confianza trabajaba en un local de piercings y tatuajes y sabía que no iba a ser tan difícil convencerlo. Mi padre accedió luego de mucha insistencia y me dio el consentimiento a espaldas de mi madre.

Hasta el próximo veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora