06. Verano de los 14 años

550 70 20
                                    

{Verano de los 14 años}

El último día de vacaciones mis padres invitaron a cenar a Warren y a Cole. Levi no había venido con nosotros porque se había quedado a dormir en la casa de un amigo, así que éramos solo nosotros cinco. Fuimos a cenar al puerto donde se encontraba el restaurante más importante de pescado de El Monte.

Esa noche yo llevaba puesta una sudadera dos talles más grande y jeans largos porque había refrescado mucho. Lo malo era que me había quemado con el sol y mi piel ardía con cada movimiento. Había pecado y no me había vuelto a reaplicar el protector solar por la tarde por lo que ahora estaba pagando las consecuencias. Mi madre ya me había gritado por ello todo el camino de nuestra casa al restaurante.

Cuando nos trajeron la comida, Cole y yo miramos las dos raciones de calamares fritos boquiabiertos. Deberíamos haber pedido un plato para compartir, porque realmente eso podría haber llenado a nuestros padres también.

―No pueden dejar nada, eh ―nos advirtió el padre de Cole.

Estaba segura de que no iba a poder terminarlo y se lo iba a terminar dando a Cole.

Tomé un sorbo de mi gaseosa antes de comenzar. Cole me dio una patadita por debajo de la mesa y lo miré frunciendo el ceño.

―A que no te animas a comerte todo eso en seis minutos ―me retó Cole señalando mi ración.

―¿Por qué seis minutos? ―pregunté, confundida.

Cole se encogió de hombros. Él también tenía las mejillas rojas por el sol, pero no tanto como yo.

―Porque se me ocurrió seis.

Puse los ojos en blanco.

―No voy a hacerlo.

Cole se llevó un calamar a la boca.

―Eres una cobarde.

Resoplé irritada.

―No me importa.

―Si lo haces, veo contigo esos realitys que tanto quieres que veamos.

Lo miré con los ojos entrecerrados. Siempre le insistía a Cole que mirara conmigo los realitys sin sentido que pasaban en la televisión con el único objetivo de entretener sin más pretensiones. Y vaya si lo hacían, cinco minutos mirando esos programas y ya querías saber por qué una desconocida se agarró de los pelos con su hermana. 

―¿En serio? ―pregunté con desconfianza.

―En seis minutos ―me recordó señalando el reloj que estaba colgando en una de las paredes del restaurante.

Bajé la mirada para observar los calamares. Seis minutos. Podía hacerlo.

Nuestros padres estaban enfrascados en una conversación y ni siquiera nos prestaban atención.

―Está bien ―acepté.

Cole sonrió encantado y yo tomé una respiración profunda antes de empezar a atacar los camarones con ganas. No lo hice tan rápido como me hubiese gustado para no llamar la atención de nuestros padres, pero lo hice de manera constante para poder llegar a tiempo. Eran demasiados para mí y más comiéndolos de esa forma, pero seguí comiendo uno tras otro. Mis manos se llenaron de grasa y mi garganta raspaba con cada calamar que trataba de hacer pasar. Cole me estaba mirando boquiabierto y creía haberlo escuchado decir que tal vez no era tan buena idea, pero yo lo ignoré. Ahora que había aceptado no me iba a echar para atrás.

Cuando el plato quedó vacío, me tiré hacia atrás y miré el reloj.

Había tardado cinco minutos. Y estaba sudando. Me quité la sudadera un tanto desesperada por sentir un poco de aire fresco.

Hasta el próximo veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora