10° ENAMORADA DEL CHICO "MALO" ❤

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CAPITULO 10:

El resto de la noche transcurrió sin nuevos incidentes. Peter y yo nos mantuvimos convenientemente alejados. Pero mientras servía copas y atendía a los clientes detrás de la barra percibía en todo momento sus ojos clavados en mí. Las veces que cedí al impulso de mirar en su dirección lo encontré observándome. Y ni siquiera entonces apartaba la vista de mí.

La fiesta alcanzó su auge y luego emprendió el descenso decadente de este tipo de celebraciones. Demasiado alcohol, muchas risas, bailes subidos de tono y un puñado de personas que habían llegado solas pero se marchaban acompañadas. Los bailes improvisados sobre las mesas se repitieron una decena de veces, y al final Agus desistió en sus intentos de persuadir a los atrevidos que aceptaban el reto.

Cuando apenas quedaban un par de grupos de regazados me escabullí al sótano y me dejé caer en la silla del despacho. La noche había sido más larga y complicada de lo que me había imaginado. No había parado ni un segundo, pero ni eso ni mi ataque de ansiedad eran lo que más exhausta me había dejado. Peter me llevaba al límite. Sacaba lo peor de mí, mi lado más insidioso. Esa parte rebelde que hacía mucho que había quedado arrinconada en favor de una Lali mucho más sensata y contenida y, por qué no admitirlo, también más infeliz.

Todavía podía saborear los besos de Peter y notaba la piel caliente por sus caricias. A pesar del tiempo transcurrido desde nuestro encuentro fortuito en el almacén, mi pulso continuaba acelerado. Me acomodé en la butaca y me prometí a mí misma que solo descansaría cinco minutos, pero en cuanto apoyé la cabeza en el respaldo caí rendida por el sueño. No sé cuánto tiempo pasé dormida, pero la voz de Euge me trajo poco a poco de vuelta.

Euge:Gustás de Lali, ¿no es así?

Entreabrí los ojos lo suficiente para ver que Euge, estaba apoyada en la puerta hablado con Peter. Este se había sentado en la desvencijada mesa que hacía las veces de escritorio, por lo que me era imposible verle la cara. No me atreví a respirar, a la espera de que contestara a la pregunta. Por desgracia, la respuesta me interesaba más de lo que estaba dispuesta a admitir delante de nadie.

«Nada de problemas. Nada de líos, Lali», me repetí una y otra vez, mientras el silencio llenaba la reducida salita.

Peter:¿Y qué si gusto de ella? -contestó de mala gana-

No era un sí, pero tampoco un no. Hubiera sido demasiado sencillo. Él levantó las manos por detrás de la cabeza y tiró del cuello de la camiseta que llevaba puesta, dejando expuesta la musculosa espalda en la que horas antes yo había clavado mis uñas. Luché con mi respiración al ser consciente de que mis dedos se habían paseado por su cuerpo y de lo mucho que me excitaba pensar en ello.

Peter:¿No te parece que ya soy mayorcito para tener que rendirte cuentas? -se quejó-

Hizo un ovillo con la tela y lo lanzó sobre su mochila.

Euge:Es nuestra compañera de piso, y me cae bien -le contestó, con tono reprobatorio- Y si te soy sincera, estoy sorprendida. No te habías vuelto a interesar por nadie desde...

Peter:¿Desde qué? -la interrumpió poniéndose en pie de repente, como si le inquietara el rumbo que estaba tomando la conversación-

Euge suspiró y su ceño se suavizó, adoptando un gesto mucho más comprensivo.

Euge:Desde Mery. Eso es lo que iba a decir

Estaba segura de que no era eso en lo que pensaba Euge. Peter debió tener la misma sensación que yo porque apartó la vista de ella y se agachó junto a la mochila para sacar otra camiseta. Me dieron ganas de toser para disipar la tensión que se acumulaba entre aquellas cuatro paredes, pero algo me decía que eso no haría más que empeorar la situación.

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