30° ENAMORADA DEL CHICO "MALO" ❤

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CAPITULO 30:

Peter:Lali... -agachó la cabeza y suspiró- No va a salir bien

Lali:Eso no lo sabes -le respodí- No puedes apartarme solo porque crees que me harás daño. No puedes seguir culpándote de lo que le sucedió a tu hermana, Peter

Sus hombros se crisparon ante la sutil mención del accidente, y cuando me miró sus ojos estaban vacíos otra vez. Me rodeó e introdujo la llave en el arranque. Puse mi mano sobre la suya para detenerlo. Su piel estaba fría, pero incluso así su tacto evocaba caricias y besos robados, sonrisas pícaras y decenas de momentos compartidos que no creía ser capaz de olvidar.

Entregarse a alguien siempre es difícil y a veces no logramos hacerlo por completo, siempre guardamos un pequeño resquicio para nosotros mismos. Pero, en mi caso, el último atisbo de mí se lo ofrecí en ese
momento.

Lali:Te quiero, Peter -murmuré, inclinada sobre su oído y con voz clara y firme, a pesar de que temblaba de pies a cabeza-

Su mano se aflojó bajo la mía, y por un instante pensé que se derrumbaría sobre el suelo. No volvió la cabeza para mirarme. Si lo hubiera hecho hubiera visto las lágrimas que corrían por mis mejillas.

Peter:Le grité, le grité mucho -susurró, de forma queda- No quería que nadie le hiciese daño y fui yo el que se lo hice. Le dije que se merecía lo que le pasase si no me creía

El dolor se pegaba a cada una de sus palabras, como si estas le arañaran la garganta al salir. Cerré los ojos, contagiada por su pesar. Diminutas gotas de lluvia se unieron a la humedad que brotaba de entre mis párpados.

Lali:No fue culpa tuya -repetí, pero fue como si no reparase en que estaba a su lado-

Peter:Sabía que iba a pasarle algo malo, lo sabía -prosiguió- Podía sentirlo. Y aun así dejé que se fuera tras él porque pensé que se lo estaba buscando

Tomé su cara entre las manos, buscando su mirada, pero él se resistió.

Lali:Fue un accidente, Peter -dije buscando una forma de que lo comprendiera- No puedes proteger a los que quieres de cosas que podrían suceder de cualquier manera. No puedes seguir eligiendo el pasado y el dolor

Me agarró de las muñecas para liberar su rostro y, durante unos breves segundos, sus ojos se cruzaron con los míos. Había miedo en ellos, pero también tanta determinación que dejé de respirar. Lo estaba perdiendo.

Lali:Te amo, Peter. No quería hacerlo, no quería enamorarme de ti, ni quería necesitarte pero lo hago. Y créeme, nunca he amado a alguien así y no me arrepiento en absoluto. Incluso si decides marcharte y esto se acaba aquí. Aunque me rompas el corazón en mil pedazos y nunca sea capaz de reconstruirlo, me dará igual. Habrá valido la pena y eso es lo que cuenta. Yo te he elegido a ti

Los labios de Peter se posaron sobre los míos con tanta delicadeza que pensé que eran una ilusión, producto del deseo desesperado que me quemaba por dentro. Apoyó una de sus manos en la parte baja de mi espalda y me atrajo hacia él. Regresar por fin a sus brazos avivó mi llanto y me encontré saboreando sus besos junto con la sal de mis lágrimas. Pero nada de eso importaba, porque estábamos juntos y podíamos arreglarlo.

Su boca se apretó contra la mía tan solo unas décimas de segundo antes de separarse de mí. El sonido del motor se filtró por mis oídos y Peter se subió a ella antes de que comprendiera lo que estaba pasando. Aquello solo era una despedida.

Peter:No puedo, L

Fue todo lo que dijo antes de derrapar con la rueda trasera sobre el asfalto y acelerar para dejarme atrás. Me quedé en mitad de la acera, con la lluvia empapando mis ropas ycalando hasta mi corazón, dejándolo frío, como si Peter se hubiera llevado con él toda la calidez que lo entibiaba hasta ese momento.

No sé cuánto tiempo transcurrió hasta que Euge me encontró allí y me abrazó. Quise que su calor se colara bajo mi piel, que me llenara por dentro, porque lo que le había dicho a Peter era cierto y no me arrepentía en absoluto de haberlo intentado. Por mucho que él se hubiera escondido de mí, yo llevaba una parte suya conmigo, y eso jamás me abandonaría. Todos los recuerdos continuarían ahí, y me prometí no hacerlos dolorosos sino conservarlos como lo que eran: pequeños bocados de verdadera felicidad.

Euge:Se fué -dijo subrayando lo evidente-

Lali:El mundo es de los valientes -dije yo, ensimismada y ella no pudo ocultar su preocupación-

Euge:Necesitas cambiarte de ropa y tomar algo caliente

Me llevó de vuelta al bar. Fingí no darme cuenta del cuchicheo que compartieron Agus y ella ni de sus insistentes miradas, y me dediqué a rememorar el día que Peter me llevó al parque de las siete tetas, las veces que encontraba notas suyas junto al desayuno o cómo era capaz de pasar horas deslizando sus dedos por la curva de mis caderas.

Para cuando estuvimos de vuelta en casa había hecho un repaso exhaustivo a nuestra relación desde el instante en que, somnoliento y de mal humor, me abrió la puerta de ese mismo piso hasta que perdí de vista su moto escasas horas atrás. Si se lo hubiera contado a Euge me habría dicho que me estaba recreando en mi pérdida, pero yo sabía que lo único que hacía era atesorar recuerdos.

Peter no estaba allí, aunque no esperaba que así fuera. Pero había otras ausencias. Faltaba la mochila que usaba para llevar los libros a la facultad, varias de sus chaquetas que siempre dejaba en el perchero junto a la entrada, e incluso un gorrito que yo le había regalado y del que apenas se separaba. Ni siquiera necesité ir hasta su habitación para saber que había recogido sus cosas y se había marchado, para siempre. Euge sí lo buscó y lo llamó varias veces al móvil. Yo sabía que no le contestaría, al menos no esa noche. Aunque era probable que le mandara algún mensaje tranquilizador al día siguiente. A ella, no a mí. Cuando por fin comprendió lo que había sucedido volvió a mi lado.

Euge:¿Qué pasó? ¿Qué te dijo? ¿Dónde mierdas está?

Era la primera vez que Euge empleaba un taco en mi presencia. No pude reprochárselo. Se lanzó sobre el sofá y yo con ella. Estaba desolada. Le expliqué lo mejor que pude lo ocurrido. La tristeza de su primo, el miedo, su incapacidad para dejar de vivir en el pasado. Puede que, al igual que yo me aferraba a cada segundo que había pasado con él, seguir culpándose le ayudara a mantener viva a su hermana. Tal vez pensaba que, si se perdonaba, la estaría olvidando.

El amanecer nos encontró en la misma posición, envueltas en una manta y hablando entre sollozos. Compartir mi dolor con el suyo no lo hizo menos real, pero a ella pareció reconfortarle mi compañía, y a mí me aterraba avanzar por el pasillo y pasar frente al dormitorio de Peter, ese en el que nos habíamos susurrado bromas bajo las mantas infinidad de veces; el mismo en el que habíamos hecho el amor en tantas ocasiones.

Las siguientes horas las pasé en un duermevela desasosegado. Ni siquiera fui hasta mi habitación sino que, cuando Euge aceptó mis ruegos para que descansara y fue a acostarse, me tumbé en el sofá y permanecí mirando al techo, esperando a que el cansancio consiguiera abatirme. Y mientras las manecillas desfilaban por el reloj me di cuenta de que no sabía muy bien cómo rendirme.

A pesar de la insistencia de todos también fui a trabajar la noche siguiente. Incluso David se acercó para asegurarme que podrían apañárselas sin mí, pero yo me negué a regresar a casa. No era que en el Marlon los recuerdos no me asaltaran a cada paso que daba, pero allí al menos estaba rodeada de amigos y tenía algo que hacer.

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