Capítulo: Si es por ese tal Raúl...

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—Tome asiendo, por favor—me pide el pelinegro.

Hago caso a su petición. Con las miradas de los individuos que siguen cada movimiento que hago.

Y ahora que estoy más cerca de él, puedo detallarme el como es. Sus ojos son de un verde agua bastante llamativo, tiene las cejas algo tupidas y la barba que refleja unos días sin rasurarse, se expande por su mandíbula dándole un aire más maduro aunque se sigue viendo joven.

—Me presento, soy el Alcalde Azael Mayer. Antes que nada quiero darle las gracias de parte de todos mis compañeros y de mí, por su ayuda en el bosque.

Quien pensaría que él es alcalde, yo le iba más a que era el señor con bata que está recargado en un mueble. Se ve con más... ¿Experiencia?

—Me gustaría ver la cara de la persona que me salvo—me dice el hombre.

Cierto, que traigo la capucha y el trapo que me cubre la mitad del rostro.
Un poco dudosa, me quito los trapos que cubren mi cara y dejo a la vista de todos mi físico.

El Alcalde empuja su lengua contra su mejilla en un gesto de estarme estudiando.

—La sargento Walker se encargará de sus pertenencias— dice Mayer mientras la mujer de cabello rosa se acerca, en un intento de querer quitarme mi arco y flechas.

Inmediatamente, me levanto y le apunto a la chica causando un alboroto en el lugar.

—¡Wow!, tranquila. No va a hacerte nada—exclama Romeo.

—Querida, no te haremos nada, ¿Puedes bajar eso?—pide el hombre de bata blanca que poco a poco se acercó a mí.

Él hace un ademán de tocarme, pero me aparto y pongo la espalda contra la pared, sin dejar de apuntar a las dos personas que tengo delante.

—¿Cuánto llevas sola?—me pregunta el señor.

No contesto, solo lo mio por un corto tiempo, hasta que rompo el contacto visual al alzar un dedo.

Él frunce el ceño en confusión—¿Un día?—niego con la cabeza—¿Un mes?—vuelvo a negar—¿Un año?— asiento en respuesta a su pregunta.

El alcalde se acerca y hace un movimiento con la cabeza indicándoles a sus compañeros que se alejen.

—Entiendo que esté a la defensiva, pero nosotros no le haremos nada—se acerca más hasta que la punta de la flecha toca su pecho—Solo es por seguridad, una vez ya todo esté registrado y usted sea más avanzada, podrá usar su arco—pone una mano en el arco para bajarlo de manera lenta—Le juro que no le haremos daño.

Dejo que me quitara el objeto para dárselo a la mujer.

—Si tiene otra arma, le pido que me la dé, por favor.

Belleza Letal (primer libro) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora