CAPITULO 9

407 48 0
                                    


Durante el camino de vuelta no hice más que pensar en lo mal que le hable a Fernando, pero es que me sentí tan presionada. Llegamos al departamento de Mía pero ella no baja.

-¿Te queres quedar a dormir? –Niego –No quiero que te quedes encerrada en tu habitación.

-Voy a ir a la constructora

-Tampoco quiero que te la pases trabajando. ¡Vamos al cine!

-¿Cuándo fui al cine?

-Nunca, pero hoy parece un buen día para ir.

-No te preocupes, ya se me va pasar esta tristeza. Voy a trabajar un poco y después cuando me asegure que ya no hay nadie despierto vuelvo a mi cueva.

Mía me da una de sus miradas, sé que en el fondo quiere decirme que salga corriendo y deje todo atrás pero creo que ya comenzó a perder las esperanzas. Me da un abrazo y se baja del auto.

A penas manejo unas cuadras cuando comienza a sonar mi teléfono, mi mamá está llamando. Bueno espero que sea ella y no Ricardo que una vez más le robo su teléfono.

-Mamá

-Alma ¿estas viniendo?

-No, estoy yendo a la constructora a terminar unos trabajos ¿Paso algo?

-No, quiero que tengamos una cena en familia

Lo hacen todas las noches sin mí...

-Toda esta situación con las mellizas me puso mal, quiero que mis hijas se lleven bien. ¿Podes venir y cenamos? Prepare tu comida favorita.

Dudo que sepas cual es mi comida favorita...

-Está bien, voy en camino. Pero te juro que si es otro intento de hacerme invertir en alguno de los estúpidos negocios de Ricardo...

-No, no. Te juro que solo quiero que tengamos una cena agradable.

-En veinte minutos estoy ahí –finalizo la llamada. Todos mis instintos me dicen que esto va salir mal.

Llego al departamento, lo primero en notar es que no hay aroma a comida. No se sorprendería que ya se hubieran terminado todo.

-¡Alma! Llegaste, te estábamos esperando. La comida ya llego.

-Dijiste que ibas a preparar algo

-Pedir, preparar... la idea es que tengamos una cena en familia

-¿Qué pediste?

-Sushi –se suponía que iba ser mi comida favorita

-Me baño y voy.

-Cenemos primero, Ricardo y las chicas ya tienen hambre

-Está bien, dejo mis cosas en mi cuarto y voy –ella se adelanta hacia el comedor, y yo me dirijo a mi cuarto. Creo que los dedos de mi manos sobran para contar las veces que me senté en una de esas sillas.

No siempre fue culpa mía. Ricardo siempre logro poner razones para que no lo hiciera, Alma llega tarde de clases, cenemos sin ella, se va concentrar más en sus estudios si cena en su cuarto, las mellizas tienen invitados no entramos todos. Al principio mi mama me esperaba y cenaba conmigo pero el día que le cedi a mi tío el poder para administrar la empresa, ella también empezó a poner excusas. Solo me invitan cuando quieren algo, y después de lo que Ricardo hizo con mis caballos debe ser algo muy grande lo que deben de estar por pedir.

Desde que mi cuarto tiene una puerta de seguridad mis cosas no desaparecen y todo queda tal cual como lo dejo antes de irme. Tendría que haberlo hecho hace mucho tiempo.

La nueva cenicientaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora