Capítulo 8.

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"No hay mayor tentación que no ser tentado"

Fray Antonio de Guevara.


        La mañana estaba nublada, el cielo encapotado reflejaba el mal tiempo. Laura llegó al hospital cuando comenzaban a caer las primeras gotas de lluvia. Había salido antes de que su madre despertara, pues no se sentía lista para el interrogatorio matutino.

    Subió al elevador y tocó el botón que la llevaría al último piso, esperó un minuto y salió, pero un impacto la hizo caer al suelo. Miró al causante de su bochorno: era un hombre vestido con esmoquin negro y zapatos relucientes.

—¿Te encuentras bien? —le ofreció su mano y ella la aceptó.

—Sí, solo ha sido un aterrizaje forzoso —se puso de pie, alisó su falda y acomodó su bata.

—Discúlpame, es que venía distraído. —se excusó él—. Recién llego a la ciudad y tengo mucho por hacer.

—¿Trabajará aquí? —quiso saber.

—No exactamente. Vine a controlar y organizar un poco este lugar. —y agregó—. Soy el dueño del Hospital General de Hillston, yo financié su construcción y proveo los fondos que lo mantienen.

    Los labios de Laura formaron una o, y no era para menos, estaba ante el propietario del sitio donde desempeñaba su profesión.

—Encantada de conocerlo. —dijo con simpatía—. Soy doctora, recién me gradué y fui aceptada aquí.

—Felicitaciones, debes tener potencial. —miró su reloj y añadió—. Se  me hace tarde para una reunión. Fue un gusto hablar contigo. —sacó un pequeño cartón de su bolsillo—. Aquí te dejo mi tarjeta, cuando estés libre podríamos quedar para continuar la charla.—la propuesta la sorprendió.

—Quizás, yo lo contacto con antelación.

—No me llames de usted, mi nombre es Rafael. ¿Cuál es el tuyo?

—Laura —él le tomó una mano y dejó un beso en su dorso.

—Nos vemos pronto, belleza —se despidió y se introdujo en el elevador, dejándola sola y aturdida.

—Este hombre es directo y rápido —pensó para sus adentros.

    Retomó su camino y, al pasar frente al buró, le extrañó que Lindsey no hubiese llegado. En su mensaje había sido clara: le entregaría sin falta el expediente de Nick, así que seguro no se ausentaría, quizás solo estaba retrasada.

    Después de entrar en su oficina, se sentó y comenzó a rellenar el formulario de tutoría con sus datos personales, la directora Corton se lo había dado ayer, pero olvidó completarlo. Cuando llegó al final de la hoja, observó una anotación que la hizo contener el aliento, especialmente al leer el ítem número tres.

    Con la firma del presente documento, el tutor se compromete a cumplir las normas establecidas a continuación:

1. Emplear no menos de dos horas diarias en la asesoría, ser puntual, riguroso y eficiente. Mantener una actitud laboriosa.

2. Buscar bibliografía actualizada y apoyarse en los medios que estime conveniente, los recursos de la Universidad Central de Hillston y el hospital estarán a su completa disposición. No será tolerado el plagio.

3. La relación entre las partes implicadas será completamente profesional. La infracción de este punto podría traer serias consecuencias, desde una amonestación pública hasta la expulsión permanente.

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