Capítulo 9.

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"¿Qué es la esperanza sin la levadura del miedo?"

Lord Byron.




"La esperanza es lo último que se pierde", era la consigna motivacional que el sheriff Hugo se repetía al regresar del trabajo. Habían pasado cuarenta y ocho horas desde la desaparición y los resultados distaban de ser alentadores. Dos noches atrás, cuando visitó a la doctora, conservaba su actitud positiva, pero el desánimo tomó partida al ver que no le pudo dar aportes valiosos para la búsqueda.

Sentado en su despacho, sacó las pocas pruebas que tenía y los testimonios de algunas personas allegadas para examinarlos nuevamente.

El primer documento era un acta donde constaban los registros de llamada y mensajería del celular de su hija, la cual había obtenido gracias a la compañía telefónica de la ciudad.

—Ningún mensaje sospechoso, tampoco un número desconocido, solo cinco llamadas al contacto registrado como Trabajo —analizó en voz alta y fijó su mirada en los horarios en que fueron realizadas: 10:00 a.m, 4:05 p.m, 8:20 p.m, 11:50 p.m y 3:15 a.m. Su cerebro reaccionó al ver la última hora.

Con una pista así podría cambiar todo, se sintió tentado a llamar, pero decidió ser prudente y revisar los demás archivos, quizás encontraba otro cabo suelto.

Tomó de una gaveta su viejo grabador de audio para escuchar los interrogatorios, solo eran tres: el de Anika, la mejor amiga de su hija, el de la directora Corton y el de Laura.

Pulsó el botón de reproducción y la voz de la primera se hizo presente:

—Pasamos la tarde juntas en el parque principal de la ciudad. Me comentó que había desaparecido uno de los archivos escolares, pero sabía quién lo había robado y lo recuperaría. —Anika suspiró—. Yo le aconsejé que no se metiera en líos, pero usted sabe, es muy obstinada. Le pregunté sobre la identidad del ladrón y me dijo que era alguien poderoso e influyente. No hice mucho hincapié en los detalles, pero pensé: ¿por qué tanto interés en un simple expediente?

La chica se dejó de escuchar y dio paso al segundo testimonio:

—Es lamentable lo ocurrido, Lindsey era una estudiante y trabajadora ejemplar, —la directora Corton sonaba dolida— le di la responsabilidad de ordenar y vigilar la sala de archivos, a la cual solo tenemos acceso ella y yo. Me extrañó su ausencia injustificada, pues siempre me notifica si surge cualquier contratiempo, pero ni siquiera lo hizo.

Por último, pero no menos importante, estaba la declaración de Laura:

—Solo cruzamos palabra dos veces, pero me agradó su forma de ser, —aclaró— parecía muy comprometida con su puesto, tanto que se sintió frustrada al no poder entregarme la información del alumno al cual le imparto tutorías.

—¿Hay algún otro detalle que me pudieras dar? —preguntó el oficial encargado de los interrogatorios.

—Después intercambiamos números y me escribió en la madrugada anunciando que ya tenía el documento en su poder. Eso es todo.

Tras analizar detenidamente cada palabra, el sheriff repasó los puntos destacados y formuló su hipótesis: la razón de la desaparición fue el expediente, el posible raptor era la persona que lo había robado y la última llamada de su hija fue a su trabajo, así que lo más probable era que el culpable se encontrara en el hospital, pero quién podría ser. Ansioso de respuestas y, con la corazonada de que podría obtener más datos importantes, se levantó, tomó las llaves de su camioneta y salió presuroso.

Corazones de Blanco Where stories live. Discover now