1. La Historia

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Omnisciente.



































Como un típico domingo cualquier persona se encontraría en una reunión familiar, disfrutando del día y de la compañía de los seres queridos. Cualquier persona, menos Emilio, esa no era su situación.

El tedioso sonido de su teléfono le hizo despertarse de su cálido y cómodo sueño. Una vez que sus ojos achocolatados se abrieron como instinto lanzó su mano hacia su mesita de noche para alcanzar su teléfono y contestar llevándoselo al oído. Ni siquiera tuvo que pensar en quien era, lo sabía.

— ¿Qué pasó? — la gravedad de su voz mañanera fue lo que recibió la otra persona al lado de la línea.

Como que, ¿qué pasó? — ella repitió con su voz característica — Esa no es forma de responderle a tu novia, Emilio. ¿Dónde estás?


— En mi casa, ¿dónde más? — bostezó mientras volvía a cerrar sus ojos y se acomodaba en su cama.

Caminando en dirección a la mía para venir a verme, daaah. Estoy muy aburrida, vente


— No puedo dejar a mi hermana sola — se excusó. Él realmente no quería abandonar su cómoda y suave cama.

Lo haz hecho antes para venir a follarme, mejor repitamos lo que dejamos la vez pasada. ¿Sí? — insistió fingiendo una voz chillona — Compré un nuevo juguetito que te encantará – sus ojos se abrieron al instante


— Bueno, así ya cambia la cosa — su novia soltó una risita — Estoy ahí en quince — después colgó.

Haciendo a un lado toda su flojera, como pudo se levantó de la cama. Keisly sabía muy bien como convencerlo, así que tomó unos pantaloncillos y una camiseta. Después de ponerse sus tenis se miró en el espejo solo para perfeccionar su cabello peinándolo con los dedos.

En su teléfono marcaban las cinco de la tarde, a esta hora su hermana siempre se la pasaba haciendo ejercicio, solo le mandó un mensaje, tomó sus llaves de casa y las de su moto.

Le tomó diez minutos llegar a la gran casa de su novia donde ella ya estaba afuera, ni siquiera tuvo tiempo de bajar de la moto pues ella se encaminó hacia él — Hola, baby — ambos compartieron un beso rápido.

— Hola, baby — repitió — ¿No íbamos a estar en tu casa?

— No — ella negó mientras se subía a la moto de su novio, le abrazó por la cintura y después dejó su mentón puesto en el hombro del rizado — Mis padres me pidieron que fuera a traer unas cosas de la casa que están por vender.

Emilio gruñó, ese no era el trato que habían acordado — ¿No puede ser después?

— Nop — el rizado viró sus ojos — Pero la casa a la que iremos sí está sola — con la punta de su nariz acarició el cuello del más alto haciendo que su piel se estremeciera, así que bajo leves suspiros Emilio arrancó.

En las épocas de invierno, Chihuahua se volvía un lugar completamente helado, apenas iniciaba esta estación y lo más razonal era salir con prendas indicadas, pero Emilio odiaba los suéteres, eran demasiado abultados y esponjosos. Keisly traía un suéter manga larga no tan ancho, pero de tela cálida color coral.

El viento helado que chocó contra ellos cuando Emilio aceleraba les hizo pegarse más, lo cual no fue tan mala idea para ambos chicos hormonales de dieciocho años.

El Juego de la Muerte [Emiliaco]Where stories live. Discover now