Dejar ir.

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La noche llegó. No parecía que Merah se fuera a ir así que decidí mejor irme. 

—Ya es tarde —Ambos me voltearon a verme, dándose cuenta que seguía ahí —. Debo irme. Me alegro que estés despierto. 

—Gracias por estar aquí, capitán —dijo Piers—, lo apreció de verdad. 

Me retiré mientras escuchaba cómo volvían a platicar. Podían hablar del tema que quisieran. 

<<Congenian tan bien>>.

Llegue al carro. Estaba feliz de tenerlo de vuelta. De que por fin estuvieran conmigo, pero no podía evitar que el corazón me doliera cuando los veía juntos. 

Recorrí todo el trayecto a casa con una actitud bipolar. Sentirme animado por tenerlo conmigo y luego sentir el bajón por recordar a Merah. 

Salí del carro. Era una noche tan oscura, lo único que resplandecía era la luna llena. 

<<Creo que va siendo tiempo de dejarte ir>>.

Recordé aquella noche igual que esta. 

Era diciembre y la luna llena era la única luz en el cielo. 

Llegué del trabajo cansado. Aunque estas épocas eran felices no me sentía para nada alegre. Entré a mi casa. Mire el árbol navideño a medias. 

<<¿Que estoy esperando para terminarlo?>>.

Salí afuera para observar las luces de los vecinos, todos festejaban alegres este día. Mire la luna. 

<<Quizá debería dejarte ir>>.

Me puse en cuclillas y comencé a llorar. 

—Lo extraño mucho, por favor regresamelo —dije entre sollozos. 

Le pedía a la luna, al cielo, a alguien. 

—No importa si me ama, solo quiero volver a verlo, quiero volver a ver esa sonrisa. 

Aquella vez rogué para que siguiera con vida y así fue. Lo tengo de vuelta y no importa si me ama. 

Le sonreí al cielo. Entré a la casa más calmado y lleno de felicidad por volver a  ver esa sonrisa. 

Los días siguientes fueron una montaña rusa, había días buenos en los que Piers estaba feliz, pero otros en los que se deprimía mucho, así que llené un papaleo para hacer que la BSAA le hiciera algo muy especial. 

Me encontraba sentado junto a él. Pronto lo darían de alta. Merah acababa de llegar con un gran pastel de: recuperate pronto. 

—Merah —dijo Piers. Le brillaron los ojos. Quizá sus papilas gustativas estaban haciendo una fiesta —. No sé si pueda comerlo, me hicieron una cirugía. 

—Es un pastelito, me dejaron pasar, solo que fuera un secreto entre nosotros —sonrió. 

—Gracias. 

Biji se lo entregó. Se acercó a sus labios y le plantó un beso cercas. Piers se sonrojo. 

—Merah, ¿qué haces? 

—Perdón —se disculpó—, olvidé que te encontrabas aquí, capitán Redfield. 

—Descuida, no le contaré a nadie. 

Ambos me sonrieron. Merah comenzó a partir el pastel para darle un pedazo. 

<<No negaron nada —mi corazón se estrujo—. Lo importante es que sea feliz>>.

Los mire. Ambos reían y jugaban. 

<<Hacen linda pareja>>.

Piers me miró. Sonreí de inmediato. Volvió a centrarse en Merah. Mi sonrisa se esfumó. 

<<Necesito que me digas, Piers, necesito oírte que amas a Merah, necesito oírte>>.

Mis ojos se inundaron de lágrimas, las luces se difuminaron. Cerré con fuerza los ojos sintiendo caer las lágrimas. De inmediato las limpié. Los mire. Ninguno de los dos se había dado cuenta. 

<<Creo que hago mal tercio>>.

Me levanté de la silla con sigilo. Fui hasta la puerta, les eché una última mirada, <<Una pareja perfecta>> antes de salir. 

Llegué a la BSAA para ordenar un papeleo. En realidad era una excusa para mantenerme distraído. Antes de irme me tope con O´Brian.

—Alguna misión —pregunté.

—Hay una, señor Redfield.

—La tomaré. 

—Bien, prepararé los archivos. Te aviso cuando todo esté listo. 

Asentí. Volví a casa y me tumbé en la cama.

—Piers. 

Recordé su bella sonrisa, sus manos cálidas, su dulce voz. Nada de eso sería para mí. Pero por lo menos lo podría ver de nuevo. 

<<Mi bello y dulce teniente. Mi Piers>>.

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