Truco o trato

315 23 7
                                    

Si ahora mismo abrieran mi cerebro, sé dividiría en tres secciones: el trato de Jaden, las miradas de absolutamente toda la universidad y la deuda con el director sobre el alquiler del apartamento. Que como no está permitido el acceso a mascotas en la residencia, tengo que costear con dos plazas para que nadie lo descubra.

El efecto del café parece surtir efecto, cuando me percato de que he permanecido inmóvil, con la vista clavada en la pared, por más de media hora, así que ahora me toca hacer el sprint del día para llegar a tiempo a clase. Con el pijama aún sin cambiar, entro en el cuarto de baño y empiezo a lavarme los dientes como si estuviera compitiendo por un premio de millones de dólares.

El sonido de la puerta de entrada me deja paralizada por un segundo, para luego escupir con rapidez la pasta dentífrica y ver quién coño sabe la dirección de mi apartamento.

-¿Un cuarto de hora para que empiecen las clases y tú aún cepillándote los dientes? -cuestiona confuso con un tono algo arrogante-, ¿en serio?

-¡¿Tú estás bien de la cabeza o eres donante de neuronas?! -chillo. Pero es complicado que te tomen en serio cuando aún no te has deshecho ni con la mitad del dentífrico.

-Tenemos que entrar juntos para que vean que estamos saliendo, ¿recuerdas?

-Te rechacé, ¿recuerdas? -le comento saboreando las palabras.

-Nah, es que a mí nadie me rechaza, preciosa -replica enfatizando cada término-. Habré hecho demasiadas donaciones.

-Sí, será eso... -asiento seria.

-Anda, vete a quitar la pasta de dientes antes de que tenga una erección.

Volteo los ojos de modo frustrante y me enjuago la boca. Cuando cruzo el salón para entrar a mi habitación sin dedicarle ni una sola mirada.

Sigo sin saber como colocar la maldita corbata, por lo que doy por acabado mis intentos y salgo del dormitorio con esta colgándome por los hombros. Pero en el tiempo que he durado en la habitación, al parecer Zeus le ha dado tiempo para encariñarse con el estúpido invade propiedades.

Tengo que apretar los puños, para que no descubra lo mucho que me irrita que mi perro se relacione con tanta facilidad, cuando a mí me costó alrededor de un año de esfuerzo. Me acerco a ellos y miro muy atenta a Zeus y le guiño un ojo, eso basta para que se abalance encima de Jaden.

-¡Dile que pare! -me ordena tratando de disimular el pánico en su voz.

-¡No sé que le ocurre! -chillo reprimiendo una sonrisa. Esta vez Zeus, se pone a gruñir con más intensidad. Si yo estuviera en su lugar me faltaría apartamento para correr, me sorprende la manera con la que afronta el pánico.

-¡Jera! -grita en un tono medio aterrado medio en súplica.

Arrojo a un lado mi máscara de actriz de Hollywood y empiezo a liberar las carcajadas que he estado oprimiendo, que a penas han sido cinco minutos, pero con eso basta para que me duela la barriga y las mejillas de tanto sonreír. Como si supiera que se ha acabado el rodaje, Zeus se sienta y empieza a menear la cola.

-¿Qué coño te pasa? -gruñe aún con la respiración agitada- ¿Por qué no lo has apartado?

Pero yo apenas lo escucho murmurar cuatro palabras.

-Tendría que haberte grabado -suelto entre risas.

Jaden esta de brazos cruzados esperando que de un momento u otro termine de alardearme de él. Como si fuera un maestro tratando de mantener orden, en un aula abarrotada de jóvenes con las hormonas revolucionadas.

Falsos prejuiciosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora