Aló?

130 8 4
                                    

—Lo de cabaña se queda corto —admito soltando un silbido.

Me quedo paralizada admirando en lo que debería de haber una "cabañita" para pasar unos días, y no una maldita mansión plantada en medio del bosque. Bueno, realmente no es tan grande, pero yo no estoy acostumbrada a este tipo de lujos.

—Era de mi abuelo, y este se lo dio a mi padre —me explica Jaden con orgullo, mientras recoge las maletas del auto— increíble, ¿verdad?

Aunque me gustaría contradecirle únicamente para retirarle esa sonrisa de la cara. Tengo que admitir que la casa es simplemente asombrosa. 

En la parte delantera hay un diminuto porche, con un sofá grisáceo en forma de "ele", que le da un ambiente acogedor al lugar, y un sillón individual que cuelga de la azotea de la planta superior.

—Sí, es increíble —asiento, después de unos segundos.

—Lo sé. —Coincide soltando un leve suspiro, para luego decir—: Supongo que querrás ver a tu perro.

Me encojo con algo de culpabilidad. Aunque no se me pasa desapercibido el tono en el que se dirige a Zeus alias El Bigotitos. Ya ni me acordaba que me lo había traído. En mi defensa diré que es muy silencioso en los trayectos. Ya podría haber soltado un ladrido por lo menos.

—Claro —me limito a decir.

Jaden se acerca a la parte trasera del auto y abre el maletero. 

Se me apaga la sonrisa, cuando veo a mi perro dormido sin ninguna intención de saludarme. El dicho de "el perro es el mejor amigo del hombre", al parecer tiene inmunidad con el mío. Eso o porque no soy un "hombre".

Eso ha sido muy sexista por mi parte.

—Me empieza a caer bien el chucho —confiesa Jaden con una risa floja.

—Oh cállate —digo, alargando las palabras— está cansado.

Cosa que es raro, porque mi Zeus nunca se cansa. Es un perro sano por fuera, pero con pulgas por dentro.

—Normal. Habréis agotado al pobre animal con vuestros exorcismos en el coche —indica como si supiera exactamente como se siente Zeus.

—Deja de poner esa cara —replico cruzándome de brazos.

Nos quedamos un par de segundos desafiándonos con la mirada, hasta que Jaden decide romper el contacto.

He ganado.

Esto no es una competición.

Oh claro que lo es. Empezó a serlo en cuanto te puso en la maldita lista.

Perdón, las voces.

—Ven, te enseñaré nuestra habitación —sugiere rodeándome con el brazo.

Me aparto con un leve empujón.

—Y una mierda —protesto con una mueca confusa—. Yo duermo en solitario.

En la comisura de sus labios se empieza a asomar una leve sonrisa, que se va ensanchando cada vez más.

No quiero ni saber lo qué se le está pasando por la cabeza en este momento. Pero por la expresión puedo intuir que "algo bueno" no sería la palabra más acertada.

—¡Eh, salamandras! —nos llama Freya desde atrás—. Venid, vamos a hacer un juego.

Indica con entusiasmo, haciendo un gesto con la mano para que nos acerquemos.

Antes de entrar en la cabaña, clavo mis ojos en los de Jaden, dándole a entender que la conversación aún no ha terminado. 

Si ya me parecía asombrosa la fachada, el interior es espectacular. El sol se filtra por la ventana del salón, y hace que el suelo de madera pulida brille de un modo que parece que la casa tenga vida propia. Hasta da la sensación de que Jaden puede incluso controlar el clima. Bueno, él no "controla", él dicta. En plan Hitler, pero sin bigote, y con un metro más de altura. 

Falsos prejuiciosWhere stories live. Discover now