CAPÍTULO XXV

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Selina se había quedado dormida en uno de los sillones del recibidor de su cuarto, había esperado a sus hermanas por horas sentada ahí para pedirles disculpas, pero tras esperarlas por varios minutos el sueño y el cansancio la vencieron.

La puerta se abrió, causando que la peli plateada se levantara de golpe. Esperó por algunos segundos a que alguien entrara, pero al ver que esto no sucedía se acercó a la entrada y se detuvo para escuchar atentamente la conversación que tenían las personas que acababan de llegar.

—Gracias por lo de hoy, fue muy divertido. —Altea miró al joven con una enorme sonrisa plasmada en su rostro.

—No hay de qué, yo también me divertí mucho.

—Lastima que no nos vayan a dejar hacerlo otra vez. —Ambos rieron ante el comentario de la castaña.

—Al menos valió la pena. Pudimos divertirnos, conversar y bailar.

—Sí. —La menor miró el suelo con nerviosismo mientras se retorcía las manos—. Espero que Reika no se enoje tanto cuando se entere.

—Hablaré con ella y le pediré disculpas personalmente. A fin de cuentas, fue mi idea escapar de los guardias.

—Pero yo te seguí, así que la culpa es de ambos.

Los menores se quedaron en silencio mientras esquivaban astutamente la mirada del otro, pero cuando estas se encontraron nuevamente, se vieron atraídos como un imán. Ni-ki se acercó lentamente a la muchacha, mientras ésta sentía como un millón de mariposas volaban en su estómago con tan sólo ver las intenciones del otro; ella decidió dar otro paso hacia el chico, acortando así la distancia que existía entre ellos.

El rubio la miró fijamente a los ojos con tal intensidad que causó que el corazón de la princesa se acelerará aún más. Tomó sus manos con ternura, haciendo que una corriente eléctrica fluyera por el cuerpo de ambos. Se acercaron lentamente, sin atreverse a romper la conexión entre sus miradas y cuando estuvieron lo suficientemente cerca para sentir como la respiración del otro golpeaba sus rostros cerraron los ojos.

—Altea, ¿eres tú? —La puerta se abrió de golpe; los menores se alejaron de un salto ante la inoportuna interrupción, pero el color rojizo en el rostro de ambos los delató.

Selina intentó disimular su mueca al darse cuenta que había interrumpido algo. Su hermana la miró con una mezcla de vergüenza y enojo, mientras que el muchacho no se atrevió a mirarla a los ojos a causa del miedo y la vergüenza.

—Oh, lo siento. ¿Interrumpí algo?

—No, nosotros...

—No, no, para nada. Nosotros sólo... —Ambos comenzaron a divagar y a decir excusas al mismo tiempo, lo que ocasionó que la mayor sonriera mientras alzaba una ceja debido a la divertida situación.

—Ajá... Sí, bueno. ¿Qué les parece si mejor fingimos que nada de esto sucedió? —Los chicos guardaron silencio mientras asentían con la cabeza efusivamente.

—Me retiro —anunció el príncipe de Numbia, listo para salir huyendo del lugar y poder dejar así la vergüenza de lado—. Buenas princesas noches tengan —soltó con torpeza antes de salir corriendo de ahí, dejando a las hermanas confundidas.

La primera en romper el silencio fue Selina, quien comenzó a reír, ganándose una mala mirada por parte de su hermana menor.

—¿Qué es tan gracioso? —la cuestionó Altea con evidente enfado.

—Perdón, es solo que... —habló entre carcajadas—. Al pobre lo descompusiste —continuó riendo.

—¡No es así! Tú nos interrumpiste y lo asustaste tanto que...

Cursed-Blessed {Enhypen}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora