Capítulo III.

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El efecto de las palabras siempre es grande, nunca sabemos como pueden influir en la persona que las recibe. Algunas ocasiones las palabras son más filosas que un arma de doble filo.

Mike arqueo una ceja mostrando su evidente confusión ante mi confesión.

Cuando él iba a emitir una oración su teléfono comenzó a vibrar seguido de un sonido —algo desordenado— que hacía cuando alguien lo llamaba.

Definitivamente ese no era el momento. Esa era una señal, ¿no?
Lo quise ver como una señal de que debía planear mejor las cosas.

Mike era tan distraído que no recordaba en que lugar se encontraba su teléfono, así que pusimos toda la habitación de cabeza buscando el sonido. Después de varias, pero varias llamadas pérdidas terminamos encontrándolo en una de las repisas del baño.

El comenzó a pasar su vista por la pantalla y de inmediato mi lado curioso tomo posesión de mi boca y preguntó:

—¿Quién era?

Mike soltó una pequeña sonrisa antes de levantar la vista de la pantalla.

Así sonrió yo cuando los personajes de un libro se dan un beso.

—Era papá —suspiro, pasando sus dedos por su cabello—. Hoy tendremos cena familiar. —Me miró —. Evidentemente eres invitada.

¡AAAAHHH!

¡Soy una loca enamorada!

Reprimí una sonrisa y me límite a asentir.

—Mi madre te ama más a ti que a mí —bromeó.

El padre de Mike era un poco menos demostrativo, siempre estaba al tanto de su hijo y de lo que ocurría con él.

—Lo mismo pienso de los míos. —Moví la cabeza a los lados —. Quizá estamos en la familia equivocada.

—Seria una buena Millie —bufó frunciendo el ceño. Pensó. —Eso en mi mente se vio turbio, así que me olvidemoslo.

Le resto importancia haciendo un ademán con la mano, pero ya era demasiado tarde para mi mente. Comencé a reír de una manera escandalosa ante la imagen de Mike en mi lugar.

Mamá le obligaría a cepillar su cabello tres veces al día para que no se le esponje, papá le enseñaría a crear el mejor disfraz de hada para hallowen, pero en maquillaje terminaría dejándolo como uno de los zombies de The walking deat, era una linda imagen en mi cabeza, pero muy muuuuuy dentro de mi retorcida mente cochambrosa Mike con colitas y falda era muy gracioso.

¿Cómo saco esto de mi mente?

Lo miré de nuevo incapaz de dejar de reír como foca con epilepsia, lleve mis manos a mi estómago sintiendo un dolor en el. Mike reía.

—¡Me da más risa tu risa que de lo que te ríes!

Sus ojos verdes brillaban de una manera encantadora, además de que poseía una sonrisa mojabragas.

—¿Recuerdas cuando uno de tus dientes quedo pegado en una paleta de hielo?

Deje de ir ante su pregunta, poniendo mi cara más sería posible.

¿Qué si lo recordaba? Por favor, eso nunca se me olvidaría. Era un hecho vergonzoso en mi vida.

Sobre todo porque había un montón de fotografías que me lo recordarían de por vida.

—No, no lo recuerdo. —Giré sobre mis talones yendo hacía su habitación.

Todos tenemos algunos recuerdos de nuestra infancia vergonzosos o siempre hay alguien que nos lo recuerda.

¿Y si te enamoras de mí? ©✔ En Edición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora