catorce.

588 62 13
                                    

Mis ojos viajaban desde lo más bajo del trasero de Hyunjin, hasta mis manos. Era un pervertido por mirarlo así, pero más que lujuria, sentía mucha gracia imaginando que sus pompis seguro son más blancas que cualquier otra parte de su cuerpo.

Se volteó exageradamente cuando sintió mi mirada sobre él y con pasos rápidos me tomó levemente del cuello para unir nuestros labios y besarme con fuerza. Esto se hacía costumbre y me encantaba, lo mejor de todo es que hoy no era viernes.

Lo separé de mi cuando sentí que por tercera vez en el día algo golpeaba mi estómago. Para más exactos, el miembro erecto de Hyunjin. Es que si quiera lo tocaba...

—¡Me tengo que ir!—Solté rápido su agarre y me levanté de la cama, tomé todo lo que pude con mis manos y me acerqué a la puerta apresuradamente. —Don Marce me ha invitado a comer hoy, al parecer quiere que conozca a sus nietas. —Mi sonrisa se hizo presente cuando recordé lo emocionado que estaba mi amigo por la comida familiar.

—Bien, te marco luego.

No hizo otro gesto más que asentir con la cabeza.

Llevaba un tipo de relación con Hyunjin desde hace más o menos dos semanas, y digo "tipo" porque no me lo pidió formalmente. Supongo que la juventud de ahora así es, y yo me limitaba a reprocharla y hablar como una señora mayor de 30.

La mamá de mi pálido novio no había estado en todo el día y por eso tenía miedo de quedarme un rato más con él; sabía que en cualquier momento yo no podría controlarme y le entregaría mi más grande tesoro en charola de plata, ¿O era de oro? Qué más da.

Salí de su casa y tomé el primer taxi que encontré, dándole la dirección de donde se iba a llevar a cabo la pequeña celebración en honor a don Marcelo, por ser día del abuelo. Era un día especial, me gustaba el número 19 y a él también.

En cuanto llegamos noté que mi viejo amigo se encontraba en la puerta de su pequeño negocio mirando hacia todos lados, en cuanto me vio una sonrisa melancólica se escapó de sus labios. A pesar de lucir feliz, su mirada me decía que algo malo había sucedido y estaba muy triste. Estiré mis brazos para entregarle la pequeña bolsa de regalo, él la aceptó y me dio un fuerte abrazo.

—Mi niño, qué bueno que viniste.

—No podía faltar a este día tan especial. —Me alejé consideradamente de su cuerpo y me atreví a pasar dentro de su casa. No se encontraba nadie, había poca comida pero suficiente para más de dos personas.

Por un momento quise creer que no había llegado aún su familia porque yo llegué temprano, pero al ver la hora en mi teléfono me puse demasiado sensible y unas ganas inmensas de llorar me invadieron. Eran casi las siete de la noche, y la cita para comer había sido programada a las cuatro. Me volteé para disculparme por haber llegado tarde, pero mi corazón se rompió por completo al verlo ocultando su rostro entre una de sus grandes manos para evitar que yo lo viera sollozando. En ese momento lo único que se me ocurrió fue correr hacia él y abrazarlo con fuerza, él no correspondió a mi abrazo, pero entendía perfectamente el porqué.

Después de unos minutos su llanto cesó, pero su mirada triste seguía ahí.

—¿Puedo llamarlo abuelo de ahora en adelante? Creo que usted merece mi amor como nieto y yo su amor como abuelo. —Sonrió enternecido y asintió repetidas veces.

—Gracias por hacerme compañía hoy, creo que por algo Dios te puso en mi camino. —Asentí no muy convencido. Era de creer más en el destino y eso, pero no podía romper su ilusión diciéndole que seguro Dios ni siquiera estaba al pendiente de nosotros. —Y por supuesto que puedes llamarme abuelo.

Le devolví la sonrisa y tomé la bolsa de regalo que anteriormente le había entregado a él.

—Ábrelo, abuelo.

Aún mantuve la esperanza por todo lo que restaba de la noche/tarde en que su hija y sus nietas se aparecieran con la excusa de que se les había hecho tarde. Pero no fue así. Al menos me fui satisfecho de su hogar al observar la verdadera emoción en su rostro cuando vio que le obsequié un domino con muchísimas piezas extras. Lo hice feliz a él y haría seguro también feliz a su mejor amigo don Gustavo.

Caminando de regreso a casa miraba el suelo y suspiraba de vez en cuando, preguntándome por qué a veces la familia tiene que ser tan cruel. No importan los errores que hayamos cometido antes, como hermanos, tíos, padres o abuelos debe existir el perdón y sanar nuestro corazón.

Unos metros antes de visualizar mi jardín me quedé observando las llamativas luces de aquellas patrullas que alumbraban fuera de mi casa...

Qué estaba pasando...

Corrí con el corazón agitado, esperándome lo peor de todo. Al llegar, mi mamá lloraba en el hombro de mi papá mientras que algunos policías hablaban con ellos. Inmediatamente pensé en que algo le había sucedido a mi hermano y me solté a llorar.

—¡Jeongin!

—¿El es Jeongin?

—¿DÓNDE TE HABÍAS METIDO?

—Jeongin, por qué lloras, tú...

—¿ESTÁS BIEN?

—¿El está bien?

Una sacudida por parte de mi madre me hizo regresar a la realidad, todo me daba vueltas y miré a mi padre con el ceño fruncido decirle a los policías que ya podían retirarse.

—¡Eres un inconsciente! Llamamos a la policía porque ni tú, ni Hyunjin respondían el teléfono y su mamá también está intentado comunicarse con él. —Mi madre cubría su rostro con pena y evitaba a toda costa hacer contacto visual con los encargados de mi supuesta desaparición.

—¿Hyunjin no responde? —Ella negó. —Le dije que iría a la comida familiar de un amigo. Lo siento mucho mamá, me confié.

Asintió moviendo su mano derecha de arriba hacia abajo restándole importancia. Quité mis zapatos para entrar y subir directamente a mi cuarto. Ahora mi dolor de cabeza sería Hyunjin y el por qué de su rechazo a las llamadas de mi progenitora y la falta de mensajes en mis redes sociales.

Nada.

Ni siquiera le llegaban los mensajes y directamente me mandaba a correo de voz cuando intentaba llamarlo. Suspiré pensando en si sería buena idea ir a estas horas de la noche a su casa para cerciorarme de que todo estuviera bien. Puedo tomar prestado el auto de mi madre si tan solo supiera dónde esconde las malditas llaves.

Así que me atreví a marcarle a mi hermano mayor.

El tan solicitado actor.

—Qué milagro, chaparrito.

—Yah, pesado. Necesito que me hagas un enorme favor.

—¿Qué sucede?

—Por favor ve a casa de Hyunjin y asegúrate de que esté bien. No responde mis mensajes y me preocupa muchísimo.

—¿Piensas que iré a la casa del enano ese a las dos de la madrugada solo porque tú estás preocupada?

—Sí, a no ser que mamá deba enterarse de Irene estando...

—Vale, entiendo, ¿Dónde era que vivía?

Esperé paciente por más de una hora, pero los nervios y la sensación de que algo malo sucedió o estaba a punto de suceder invadían por completo mi ser. Una llamada con el tono predeterminado de Crayon Pop que había colocado mi hermano hace unos años interrumpió mis pensamientos pesimistas.

Inmediatamente respondí.

—Él está bien. Al parecer hizo una fiesta de adolescente sin padres en casa y la pasó bomba. Lo encontré durmiendo en su habitación.

—¿Qué? ¿Estaba solo?

—Sí, hermanito.

—¿Qué llevaba puesto?

—Completamente solo...


I don't like your face © Hyunin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora