Capítulo 6. Entorno desconocido.

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El sonido de las aves estaba golpeando los tímpanos de Dion, su consciencia fue acomodándose a su nueva realidad. Le dolía el cuello, esa fue la primera cosa de la que fue consciente. Seguidamente su cabeza fue uniendo recuerdos con realidades, y se llevó la mano izquierda para tocarse la frente. Hacía mucho tiempo que no se sentía tan lento, le costaba unir un pensamiento al otro.

Separó sus párpados, se encontró con un techo de madera. Pestañeó lento y pausado para no ocasionarse un mareo, así mismo, se dio cuenta de que estaba en una habitación espaciosa, olía a limpio y también había un conocido olor a hierba que se filtraba por la ventana a medio abrir. Las cortinas azules se agitaban con el viento y al mover una de sus piernas captó una bola de pelos durmiendo allí.

—Richard. —Su voz salió aguda y pesada.

—¿Dion? —El gato blanco alzó su cabeza, mirándolo con sus grandes ojos como uvas.

—¿Dónde estamos?

—En medio de la nada, posiblemente pasemos de ser los protagonistas de una película de triller a ser los de una película de terror —dijo dramáticamente—, mi cuerpo es demasiado bello para ser cercenado por el monstruo de la llanura.

—¿Llanura? —La comisura derecha de Dion tiró hacia arriba, solo porque Richard siempre tenía un buen humor.

—Sí, estamos en medio de una llanura. —El omega se sentó lentamente para no marearse, sentía los labios muy resecos y la garganta pastosa, quería agua.

—¿Alguien está vigilándonos? —preguntó, porqué era normal tener guardas de seguridad.

—No, los tipos que nos trajeron te dejaron en la cama y te cubrieron con esa manta, después dejaron algo para comer en la encimera de la cocina y se fueron, aunque, hay una camioneta que nos vigila a unos dos kilómetros.

Algo importante de Richard era que tenía un agudo sentido de la audición, donde los ojos de Dion no eran superados por nadie, los oídos de Richard no tenían rival ni comparación.

—¿Cuánto hace que estamos aquí? —La cabeza de Dion recordaba a James y pensaba que debió de sacudirlo con más fuerza hasta que sus sesos sonasen cual maraca de feria; pero se había desplomado antes de poder hacer mucho más.

—Llevamos cerca de doce horas, creo, no estoy seguro, pero ya es por la tarde.

—¿Nadie ha venido? —Generalmente sus exmaridos se presentaban pronto y hablaban con él.

—No, nadie ha entrado, aunque, estuve explorando, no demasiado, no quería dejarte solo —dijo el felino.

Los pies descalzos de Dion sintieron el frío de las baldosas, pues había pisado en donde no estaba la alfombra peluda. Sus zapatos no estaban a la vista, pero sí había unas pantuflas de su talla. No discutió consigo mismo, las calzó para después ponerse sobre de sus pies y caminar, el mundo tembló un poco, aunque, no era el mundo, era su cabeza, siempre le sucedía eso cuando dormía demasiado.

Se mareaba sin importar que tan lentamente se pusiese de pie.

—¿Dónde está la cocina? Necesito agua —dijo.

Richard abandonó la cama de un brinco y sacudió su cola al mantenerla en alto.

—Sígame, caballero querido, lo guiaré por esta lujosa casa.

Richard caminó con toda la confianza del mundo. Al salir al pasillo se enteró que se encontraba en el primero piso de una casa no tan grande, debía de tener cuatro habitaciones, había una sala bastante cómoda con cojines de cuero. Una enorme pantalla plana estaba apagada, había una consola para juegos que parecía no se había usado en mucho tiempo, de igual modo, la mesa ratonera mantenía un vaso sucio de helado, que debió de pasar mucho tiempo allí, pues el helado se había vuelto como una pasta.

Efecto OmegaWhere stories live. Discover now