Capítulo 57. Lo que espero del romance.

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Richard se despertó rodeado de omegas en sus formas animales, no era su sueño erótico favorito, pero cuando se trataba de la calma, no existían nadie mejor que un grupo de omegas para brindársela a otro omega. Era algo casi congénito, una necesidad por encima del instinto, por eso era importantes las manadas, una manada siempre brindaba seguridad, un grupo de omegas brindaba estabilidad.

Si tuviese que explicarse, la tarea del omega era ser la base sólida, que ayudaba a los miembros de su grupo a estar tranquilos. Había una sutileza en los omegas que no podía encontrarse en ninguno de los otros géneros.

El crespo se incorporó extendiendo sus brazos, cuidadosamente pasó por los espacios que dejaban las patas de los otros, no queriendo despertarlos. Era probable que estuviesen más inquietos que él, después de todo, no parecía que los omegas de la familia Neusword pasasen por escenas tan peligrosas todos los días, obviamente, él era más resistente mentalmente a ese tipo de situaciones.

—Te has levantado ya.

Richard captó a Baldo, quien estaba sentado donde antes había estado Tanner. Sí, él estaba despierto cuando toda la emoción cursi y romántica estaba en el aire, nunca había escuchado a Dion hablar de ese modo, pero estaba seguro de que le gustaba tanto el machote Tanner, que no había forma de esconderlo más.

Era muy probable que Tanner se lo hubiese ganado, porque era diferente a todos los imbéciles que fueron esposos de Dion. En opinión de Richard, Tanner era más decente, pero todavía estaba a prueba, era regla de oro que el novio de tu amigo no podía caerte del todo bien.

Nunca se sabría cuándo podría haber una ruptura inesperada, por ese motivo siempre debes estar del lado de tu mejor amigo, eso para Richard era la lealtad.

—¿Me necesitabas?

Baldo bloqueó su teléfono móvil y cabeceó dos veces.

—Sí, Dion me pidió te llevase a la enfermería para revisar tus heridas.

Cuando lo dijo, fue como si su cuerpo se acordase de que el dolor existía. Los raspones y golpes en su cuerpo se conectaron con su cabeza, obligando a su cara a distorsionarse en una mueca de malestar. Lo llenaba de inconformidad haberse convertido en humano, en su forma de gato eso nunca le hubiese ocurrido.

—No son graves —explicó el crespo—, pero sí, necesito que me limpien los raspones de las rodillas.

Baldo se ofreció a cargarlo, pero Richard desestimó la oferta con un mero movimiento de cabeza. No estaba tan destruido como para permitir un Alfa le cargarse vergonzosamente como una princesa, él despreciaba a los tipos que querían salvarlo.

Eso eran los peores.

Richard fue guiado por Baldo hasta una amplia habitación con olor a desinfectante, había una bonita camilla con un forro azulado más una cortina. Detrás de un escritorio se encontraba una mujer beta en sus cuarentas, la cual se incorporó de su silla con rueditas para hablar.

—Bienvenido, cariño, soy Samantha, encargada oficial de los asuntos médicos de la manada cuando no hay quien me sustituya —dijo la mujer, extendiéndole la mano.

Richard la estrechó educado, evitó mostrar un cambio en su cara, Samantha ya estaba sonriendo por los dos, parecía ser ese tipo de persona que era feliz sin importar nada. A Richard se le daba complejo enfrentar esas personas tan optimistas, porque él intentó ser uno, pero los golpes consecutivos de la vida y las personas lo hicieron perder las esperanzas.

Para él, no importaba si hacías mucho el bien, nada de eso importaba, si la vida quería golpearte, lo haría y lo haría justo donde más dolía.

—El líder omega pidió trataran sus raspones —intervino Baldo, viendo que el apático omega no formulaba palabra.

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