XIII.

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Para sorpresa de ambos amigos, Takemichi pudo dormir mejor de lo esperado o al menos la mayoría de la noche. Pues justo a las 4:30 de la madrugada, el castaño se levantó frenando la pesadilla que comenzaba a reproducirse en su ensoñación y sin tener mucho por hacer, decidió leer un libro viejo de astronomía que encontró en el cuarto de su madre, cuando sacaba el futón la noche anterior.

Más tarde, cuando el sol ya había salido por completo, Chifuyu fue llamado por un molesto azabache, quien ya se encontraba rumbo al instituto sorprendentemente temprano y le regañó por haberse quedado toda la noche fuera de casa y sobretodo con su moto, la cual le permitía el lujo de despertar más tarde.

El rubio se levantó y le inquietó un poco ver a su amigo ya despierto, pero este le aseguró que se acababa de levantar por el sonido del teléfono. Así que el de ojos verdes, no muy convencido, se volvió a poner su ropa para dirigirse a su casa rápidamente y poder alcanzar las clases de la mañana, aliviado por tener en su poder el medio de transporte adecuado para poder llegar a tiempo.

Takemichi lo despachó en la puerta después de que Chifuyu inspeccionara bien la moto y le hiciera jurar que comería bien y que lo llamaría si se sentía mal. Era bastante incómodo para el bicolor, se sentía como un niño discapacitado al que van a dejar solo por primera vez, pero también se sentía bien saber que tenía un amigo como él. De esos que no cualquiera logra obtener y él tenía la suerte de encontrarlos sin tan siquiera buscar.

Después de sentirse un poco positivo entró de nuevo a la casa y comenzó la misma rutina de sus últimas mañanas, incluyendo la parte en la que se sumergía por ratos en la bañera, pensando que por esa acción su cabeza se mantenía en silencio y relajada.

Rápidamente se aseó, se puso una franela azul que dejaba ver la parte superior de su tatuaje, mostrando aquel tigre plasmado en la zona alta de la clavícula y preparó un desayuno casual que, aunque trató de comer todo, simplemente no logró.

Justo cuando Takemichi pensaba en salir a distraerse, para no quedarse solo con sus recuerdos y esa voz molesta que asechaba en su soledad, Yoichi llegó a su casa como lo había prometido. Pero no llegó solo. Extrañamente venía acompañado por Endo, Miya e Ino.

El bicolor no pudo evitar sentirse un poco afortunado. Era como si con solo desear compañía, sus nuevos amigos llegarán acudiendo a su llamado. Lo mismo pasaba con Chifuyu, ya que este lo llamaba por teléfono, cada que podía. Y no le colgaba hasta asegurarse de que estaba tranquilo y había podido comer algo más.

Tampoco pudo evitar sentir que no los merecía.

Los invitados, no tan invitados, trajeron comida para almorzar junto a él y estuvieron hablando sobre tonterías e historias graciosas de sus vidas, en el patio toda la tarde.

A pesar de que Yoichi y los demás no se llevaban muy bien, pudieron convivir con tranquilidad, pues los cuatro se esforzaban por mantener un ambiente sereno y a la vez divertido para el menor.

Como si pudieran notar dentro de él, esa grieta delicada apunto de destrozarlo.

Pero lejos de sentirse incómodo, Takemichi debía admitir que eso le ayudaba. Incluyendo las llamadas que Chifuyu le daba cada hora, el bicolor no tuvo tiempo alguno para darle paso a sus malos recuerdos y pasaba el rato bastante entretenido, aunque su rostro no lo aparentara del todo.

Muy poco duró la enemistad entre el trío de chicos y su amigo oji-gris. Ya que mientras más tiempo pasaban, sus personalidades naturalmente extrovertidas les permitieron que, después de aclarar que ellos no tuvieron nada que ver con el ataque hacia la hermana del castaño, pudieran dejar la incomodidad de lado y tratar de que al menos se tolerasen más, llegando a veces hasta a bromear entre ellos.

¿Y quién salvará a Takemichi? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora