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Athenea miró desconcertada a su amiga, su mente por un momento se desconectó de ella, si bien era algo que sabía que iba a ocurrir no pensaba que tan pronto, esperaba que fuera dentro de unas semanas más.

— Ven — llevó a la emperatriz a su cama y empezó a tararear una melodía, cerró sus ojos y lágrimas empezaron a caer por ellos mientras la rubia se iba tranquilizando.

— No debes hacer esto, no me gusta verte llorar — dijo Navier mientras sacaba su pañuelo y limpiaba la mejilla de su mejor amiga.

La pelirroja sonrió, con delicadeza agarró la mano de su cuñada y la bajó,  la mirada de Athenea cambió, la emperatriz por más que quiso decifrar lo que sus ojos decían, no pudo, hasta que estos destallaron y notó que ella se estaba conteniendo de hacer algo que muy probablemente le afectaría.

La princesa suspiró después de unos segundos, ahora más que nunca tenía que poner las cosas en su lugar, debía arreglar todo para que cuando partieran a Occidente.

— Desde el momento en que se descubrió que tú eres mi protegida, se supo que tú sería unas gobernante ...— comentó atrayendo la mirada de su amiga.

Los Guardianes como ella solo podían proteger a alguien de una posición mayor, así que el hecho de que la princesa de Magique fuera elegida como Guardiana de la candidata a Emperatriz significaba que esta estaba destinada a gobernar.

— ... Pero nunca dije que de Oriente.

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La emperatriz y la princesa de Magique junto con los gemelos esperaban con ansias la llegada de la fiel amiga de la menor.

La joven, al igual que Athenea, había dejado su país natal para poder cumplir con sus estudios de magia, y así como la princesa lo haría, ella entregaría su vida por el bien de su pueblo.

— No saben cuánto me alegra que su viaje se haya atrasado — comentó Enzo mientras miraba a la princesa.

— Igual a mi, estos días han sido muy tensos, no me gustaría que ella vea eso — confesó la pelirroja.

El sonido de unos caballos galopar y el de una ruedas de madera, los hizo girar su rostro para poder ver un carruaje aproximarse.

Segundos después, el carruaje se detuvo frente a ellos, un hombre se aproximó a abrir la puerta lateral, y de allí, una joven azabache bajó.

— ¡Kanami Fujiwara ha llegado! — exclamó la joven de pecas mientras extendía sus brazos y sonreía.

La princesa sonrió feliz y se acercó a abrazarla, habían pasado años desde la última vez que la vió.

— Me alegra verte nuevamente, aunque sea por asuntos laborales, ven — la aproximó a la rubia — ella es Su Majestad, la Emperatriz Navier, y mi protegida — presentó.

— Un placer conocerla, Lady Kanami — inclinó la cabeza levemente la Emperatriz.

— El placer es mío, Su Majestad — hizo una reverencia la azabache.

— ¿Para nosotros no hay saludo? — Preguntó Enzo dolido.

La joven sonrió divertida, y en menos de un minuto se lanzó a los brazos de sus amigos.

Los había extrañado demasiado, lamentablemente muy pocas veces podía verlo, su estudio le robaba mucho tiempo, y mayormente su tiempo libre lo pasaba en Occidente ayudando a su buen amigo McKenna.

Protected » [Kosair]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora