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Athenea miró incrédula a la ex reina, entendía quizás un poco el porque de aquella propuesta, pero era imposible que ella pudiera organizar tal evento.

Si Christa se volvía en quien organizara cada cosa su posición sería más fuerte, y aquello afectaría a que todos vieran y respetaran que Navier era la nueva gobernante.

— ¿Quiere que la deje a cargo de la boda? — el rubio miraba sorprendido a su cuñada.

— Es poco común que un monarca en funciones se encargue de los preparativos de su boda, yo soy su cuñada y la reina anterior, así que podría encargarme de los preparativos de la boda por ustedes — explicó sus puntos la castaña, el rey la miró queriéndose negar a la propuesta.

— Nuestro matrimonio tuvo un comienzo poco convencional, así que sería mejor si los preparativos también se hicieran de otra manera — habló Navier antes de que su esposo lo hiciera — por favor, Heinrey, no cambies tu decisión original.

Christa no sabía que la reina se opondría, por lo cual levantó sus cejas y la miró sorprendida, se había sorprendido, bajó la mirada en silencio.

— Muy bien... pensé que estaría bien ofrecer mi ayuda como cuñada y ex reina...pero parece que malinterpreté la situación, lo siento — se disculpó abatida para después retirarse.

Navier miró el lugar por donde la castaña se había ido y se centró en sus pensamientos, sentía que había perjudicado a la joven, y comparó ese momento con cada vez que se defendía de Rashta, pues ahora se sentía quizás culpable, cosa que nunca pasó con la albina.

— ¿Mi reina? — la voz de Heinrey la hizo salir de esos pensares — Te ves apagada, ¿estas bien? — preguntó preocupado.

— Estoy bien — ante aquella respuesta el rey frunció el ceño, pues no la veía bien.

— Me pediste que me involucrara lo menos posible, mi reina, sin embargo, creo que le diré a Christa que no venga a mi oficina, ¿eso sería intervenir?

— Está bien, de hecho, tambien vine a verte por este asunto.

— ¿También quieres ocuparte tu de preparar la boda? — preguntó el rubio acercándose a su amiga, la cual miraba expectante todo, se sentía una chismosa.

— No, no es eso, pensé que al menos debería ayudarte con lo que necesites — informó la mayor.

— No es necesario, es para mi reina, así que me gustaría hacerlo yo mismo — respondió con una sonrisa el rey — aparte tengo a una joven asistente, ¿verdad, caperucita? — le preguntó a la princesa con una sonrisa traviesa mientras la abrazaba por los hombros.

La joven se sobresaltó, ¿en que momento Heinrey la había propuesto ser su asistente?, lo miró con reproche y después sonrió divertida.

— Por supuesto mi querido amigo, pero un buen servicio como ese es muy caro, así que esperare mi paga — la sonrisa del rubio desapareció.

—¿Paga?

— Negocios son negocios, no me dejaré explotar como lo haces con el pobre McKenna, que por cierto, espero si le hayas dado sus días libre, el pobre tiene más ojeras que tú — Navier rió al escuchar la conversación, pues el rey empezó a intentar negociar con la menor en un intento de no perder nada.

— Si accedes patrocinaré tu boda y luna de miel — ofreció el rubio como ultimo recurso haciendo que la rubia abriera los ojos con sorpresa, no esperaba que su esposo hiciera tal ofrecimiento.

— No pues que cerca — murmuró con sarcasmo — ni hay anillo — señaló su dedo anular.

— Aún, pero pronto lo habrá — canturreó el rubio, Athenea miró su mano y sonrió, anhelaba casarse con su gran amor.

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