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El emperador no estaba de acuerdo con el nuevo matrimonio de Navier, pues aquello no estaba en los planes que él había hecho, solo se quería divorciar por un año, después de eso volvería a estar casado con la rubia, pero esta cambió sus planes.

No quería anular su divorcio porque si lo hacía entonces no habría motivo para que él haya solicitado separarse de ella, pues su heredero aún no nacía, pero tampoco quería que ella estuviera con aquel rey mujeriego.

— Necesito ir a la residencia de los Trovi.

Durante esos días no había querido volver a ir a aquel lugar por la vergüenza que Athenea le había hecho pasar, aunque en cierta forma le preocupaba que ella no había ido a verlo como dijo, quizás estaba tan enojada con él que no se contendría si lo volvía a ver.

Suspiró, si quería tomar una decisión debía ir a ver Navier, eso le ayudaría.

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— ¡¿Navier ha desaparecido?! — gritó enojado el emperador, no podía creer que se había ido sin que nadie se diera cuenta — ¡¿Cómo pudieron dejar que pasara algo así?!

— No sabemos nada, su majestad, cuando bajamos a cenar a la hora habitual aquel día, Navier y Heinrey I ya habían desaparecido — informó la Duquesa.

Sovieshu empezó a dar vueltas por el lugar, no podía creer que ellos se hubieran ido, una imagen de Athenea apareció en su mente haciendo que uniera los cabos como para saber que la causante era aquella pelirroja.

“¡Por eso no fue a verme! ¡Por qué se los llevó!”  Ya no había caso que enviara a personas en su búsqueda, pero no perdía nada con intentar, no podía dejar que se fuera.

— ¡La emperatriz ha escapado! — informó a sus guardias — ¡Encuéntrenla! — ordenó — ¡Envíen gente a todas las entradas de la ciudad y díganles que detengan a cualquier mujer que se parezca a la emperatriz!

— Hacer eso a estas alturas es inútil — dijo una voz femenina y joven desde las escaleras.

Sovieshu al darse la vuelta se encontró con la princesa de cabellos rojos, la cual en esos momentos usaba un vestido azul.

— ¡Tu! ¡¿Por qué te la llevaste?!

— ¿Tu por que la encerraste? — preguntó ella mientras se cruzaba de brazos — a diferencia tuya, que buscas su sufrimiento, yo busco su felicidad, y créeme, esa felicidad ni está en Oriente, ni a tu lado.

Cuando el emperador escuchó aquello se enojó, él no buscaba el sufrimiento de la Trovi, solo quería estar a su lado como estaba destinado a ser, pero ahora esa posibilidad de había esfumado porque ella se había casado con otro hombre.

— ¡Va a ser muy infeliz a su lado! — exclamó, la pelirroja rodó los ojos, no se iba a enojar, esos días habían sido tranquilos pese a que había visto al Vizconde Lotteshu como para esa tranquilidad se esfumara por culpa de cierto emperador.

— Sovieshu, el que la hizo infeliz a su lado fuiste tu — le informó con un semblante triste.

Athenea en cierta forma se sentía triste por la separación de Navier y Sovieshu, pero no porque lo viera como algo malo, si no porque vio la interacción de ellos durante casi diez años, años en los cuales vio la increíble relación que tenían, claro, hasta que se casaron.

— Yo sé su futuro, porque lo vi, así que te pido, deja que sea feliz — pidió la pelirroja — Heinrey la hará y dará lo que tú no pudiste, su matrimonio con él estaba destinado, así que no te interpongas en eso.

Sin decirle ninguna palabra más la princesa se dio la vuelta para subir a la habitación de su novio, pues allí es donde se había estado quedando a dormir, ya que de alguna manera le hacía sentir cerca de él, sin duda, ya se había acostumbrado a pasar las noches con Kosair.

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