Capítulo 7.

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—No puede ser que no tenga comida.—Hablo en voz alta mientras observo el refrigerador y mi alacena.

Cierro el refrigerador y decido comer afuera.

Salgo verificando que no sea muy tarde, tengo que ir a darle clases a Cindy.

La niña me divierte mucho, aprende rápido, aunque se confunde con las notas. Paso por una cafetería, en la vitrina veo galletas y sonrío.

Voy hasta su casa, tocó la puerta y me abre la niña.

—¡Hola, Tommy!

—Hola, Cindy. No deberías abrir la puerta sin saber quién es.

—Mi mamá vió que elas tú, por eso me dijo que abliela.

Ha pasado una semana desde que comencé a enseñarle a tocar el piano, también la ayudo con su pronunciación, hay palabras que ya domina pero otras no tanto.

—Supongo que ella está en la cocina. Empecemos.

Así es como han pasado mis días. De lunes a viernes voy al trabajo, en las tarde vengo a enseñarle a Cindy, también lo hago fin de semana es cuando más tiempo tenemos.

Esto se convirtió en una buena distracción, paso menos tiempo en la oficina, menos tiempo en mi apartamento y mucho tiempo evadiendo a mis padres.

Cindy toca la nota equivocada y pone una carita triste.

—Disculpa.

—No tienes que disculparte, es normal que te equivoques. Incluso los más grandes pianistas se han equivocado.

—Es que olvido las notas.

—Ya lo hemos hablado, con práctica lo lograrás.

Le sonrío y se anima. La dejo para buscar agua en la cocina.

Al entrar en ella encuentro a Vanessa.

Lo que me llama la atención es que está llorando. Trato de ver si está cortando cebolla pero no es el caso.

—¿Vanessa, todo está bien?—Le pregunto mirando su espalda.

Ella asiente pero no me habla.

—¿Segura?

Vuelve asentir.

—Cindy ha mejorado mucho, vine porque creí que podrías ir a escucharla.—Le miento descaradamente ya que no vine a eso.

Sin embargo quiero que me hable.

—No, está bien, me gustaría escucharla cuando se sepa "Estrellita ¿Dónde estás?"

Me sorprende que habla claro, pero lo hizo en voz baja. Escucho el piano y sé que Cindy sigue practicando.

Me acerco a Vanessa, está cortando una manzana. Le quitó el cuchillo y la fruta de las manos.

Abro el grifo, tomo poco de agua con mi mano y le limpio la cara.

Ella no me detiene y presiento que es mucho lo que carga en su interior. Termino y tomo un trapo para secarle el rostro.

—Así está mejor. Cuéntame cuál es tu problema.

—No es necesario.

—Sí, lo es. Así te ayudo a encontrar una solución.

«Y también que deje de llorar.»

—No quiero agobiarte.

—No lo harás, además yo te estoy pidiendo que me cuentes.

Ella ve fijamente a un punto de la cocina y suspira.

—Me despidieron de mi trabajo.

La observo y lo entiendo, su trabajo es para mantenerse a ella y su hija. Ella vive con sus padres y creo que es porque así no gasta en renta, lo que ayuda en qué pueda complacer a su hija y ayudar aquí.

Un nuevo comienzo.Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt