Capítulo 43

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—Reunión a las doce —nos recuerda Verónica cuando sale contoneándose del despacho de David.

Examino mi lista de clientes y tomo nota de cómo van las cosas con cada uno de ellos. Nuestras reuniones quincenales son relajadas y sirven para poner a David al corriente de nuestros proyectos y para avisar a Roxy del papeleo que queda por terminar. También son una hora para engullir pastelitos de crema y beber té sin parar. Esta noche tendré que salir a correr.

—¿Roxy? —la llamo desde mi despacho. Levanta la vista de la pantalla del ordenador y se quita las gafas para verme mejor—. ¿Podrías pasarme la lista de pagos de mis clientes, por favor?

—Por supuesto, Isabella.

—¡Y a mí también! —grita Verónica.

Roxy mira a Max, que asiente con la cabeza. No es frecuente tener que perseguir a un moroso, pero cuando toca hacerlo es bastante incómodo. David es muy estricto con las fechas de cobro.

Me sumerjo en el trabajo durante unas horas, persigo pedidos y respondo correos electrónicos.

A las doce, Roxy deja una caja sobre mi mesa.

—Ha llegado esto para ti.

Anda. No he oído la puerta.

—Gracias, Roxy.

Miro la caja blanca. Sé de quién es. La abro, íntimamente emocionada, y miro a mi alrededor para asegurarme de que nadie me está prestando atención. Dentro hay un pastelito de chocolate y nata. Me río a carcajadas y Max levanta la cabeza de inmediato de su mesa de trabajo. Le hago un gesto con la mano para decirle que no es nada. Pone los ojos en blanco y vuelve a sus bocetos.

Cojo la nota y la abro.

LA VENGANZA ES DULCE.
BSS, T

Sonrío, cojo el pastelito y le hinco el diente. A continuación, agarro la carpeta y me dirijo al despacho de David. Roxy me sigue con una bandeja llena de té y pastelitos.

—¡Espéranos! —gimotea Max, que contempla cómo me meto el último trozo de pastel en la boca. Me mira con envidia cuando me limpio una gota de nata de la comisura de los labios—. Yo quiero uno de ésos, Roxy —dice mientras estudia con atención la bandeja que Roxy ha dejado sobre la mesa de David.

—Hay milhojas de vainilla.

—¡No puedo ni olerlos! —ladra Verónica al tiempo que se sienta en uno de los sillones semicirculares que hay colocados alrededor de la enorme mesa de caoba de David.

—No me digas que estás otra vez a dieta —protesta David.

—Sí, pero ésta funciona —repone feliz.

En serio, la chica está tan flaca que no se la ve de perfil, pero cada semana está con una dieta distinta.

Me siento a su lado y Max se une a nosotras. Roxy nos pasa una hoja de cálculo con el estado de los pagos de los clientes antes de servirnos el té y sentarse. Miro la lista de facturas, todas están marcadas como «Pagada» o «Pendiente», pero al pasar el dedo por la página veo una subrayada en la sección de «Impagos». Sólo hay un cliente en esa columna. Uno sólo.

«¿Cómo?»

Me estremezco por dentro. Toda esperanza de evitar cualquier tipo de referencia a La Mansión y al señor Kim se ha desvanecido. El muy idiota aún no ha pagado la factura de la primera visita. ¿En qué piensa? Levanto la mirada y veo a David repasando la misma lista que yo, igual que Verónica y Max, que me miran a la vez con idéntica expresión en la cara.

Es esa mirada de «Ay, pobre». Me hundo en el sillón, preparándome para la que se avecina.

—Isabella, tienes que contactar con el señor Kim y darle un tirón de orejas. ¿Cómo van las cosas? —me pregunta David.

Seducción // K.Taehyung Where stories live. Discover now