CAPÍTULO 21

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Warriors-2WEI

Aiden no faltó a su palabra.

Estuvimos horas y horas en ese despacho, recorriéndonos con los dedos buscando cada línea que no había sido explorada antes, besándonos como si quisiéramos llegar a lo más profundo del otro allí donde se esconden las partes sangrantes y sin cicatrizar, memorizándonos, devorándonos, siendo el deseo en su estado más crudo.

El pequeño juego del escorpión nos ha arrastrado de lleno a un juego de deseo donde muchos corazones parece que van a ser rotos, incluidos los nuestros.

Reviso mi aspecto en el espejo del ascensor. Me cercioro de que las correas del chaleco antibalas están bien ajustadas, que los cordones de mis botas están anudados firmemente, los cuchillos bien escondidos en los recovecos del uniforme. Suena la campanita del ascensor indicándome que he llegado a la sexta planta.

Busco encima de cada puerta el número que me ha indicado Aiden y cuando estoy frente a la puerta, toco con los nudillos y espero nerviosa a la persona al otro lado. Cada una de sus pisadas resuena dentro de mí.

Vicenzo abre la puerta, con los signos de la paliza algo disminuidos, pero aún se pueden distinguir zonas violáceas debajo de su ojo y algunas marcas verdosas en su mentón. Nada más reparar en mi me atrae a su pecho, aspira el aroma de mi pelo y se aferra a mí como si fuese su bote salvavidas.

Piccola diavola.

—Vicenzo...

Mis dedos se aferran al tejido de su camiseta y me resguardo en la comodidad de su pecho con miedo a enfrentarme a su mirada. No puedo decirle lo que tengo que decir ahora, justo después de todo lo que ha sufrido por mí. Por mantenerme segura. No se lo merece. No es el momento.

Dejo que me guíe hacia dentro de la habitación, nos sentamos en la cama, yo encima de su regazo. Le acaricio el surco de las cejas, aliviando esa expresión ceñuda.

—¿Qué ocurre, Kath? —baja sus ojos por mi cuerpo. —¿Qué haces vestida así?

—No tengo mucho tiempo. —aliso las arrugas invisibles de su ropa. —Tengo que infiltrarme. No quería demorarme más tiempo en venir a verte, pero no tengo mucho tiempo para ponernos al día.

—¿Infiltrarte? ¿Dónde?

Muerdo mi labio inferior, sabiendo que mi respuesta va a ponerle los nervios a flor de piel.

—No te pongas nervioso. —digo antes de soltar la bomba por completo. —Nos llegó un soplo sobre una fiesta a la que va a acudir Roy, con el fin de mostrar su creación más perfecta. Queremos debilitarlo haciéndonos con ella y si se presenta la posibilidad...matarlo.

Las manos de Vicenzo caen sobre mis hombros, anclándome al sitio con fuerza. Sus ojos negros como la noche se clavan en los míos y me absorben por completo.

—No puedes hacer eso, Kath. —asevera. —Es un loco, un lunático. Si te ve, te matará. No puedo dejar que vayas.

—No he venido a pedirte permiso, Vicenzo. —me levanto de su regazo. —Solo quería verte, saber como estás y que tú sepas que no estás aquí olvidado.

Espero su respuesta mientras repaso toda la habitación con la mirada. Las paredes están pintadas en un suave color crema, los muebles son de robusta madera y unas cortinas azul marino están completamente corridas, privando de la luz del sol. La cama está vestida con sencillas sábanas blancas y solo algunas prendas de ropa desperdigadas por la habitación señalan que Vicenzo hace vida en ella. Por lo demás, todo está impoluto. Así como es él, todo pulcro, cuadriculado, elegante.

El Juego del Escorpión #2Where stories live. Discover now