CAPÍTULO 38

17.3K 1.5K 1.4K
                                    

Unstoppable-Sia

KATHERINE

Sentí el último chispazo antes de que el cable de tensión que nos conectaba se quemara. Ese chispazo fue un chute de valentía que me lanzaron sus ojos y entonces mordí a mi abusador. Fuerte y con ganas. Aún puedo sentir el sabor acre, metálico y rancio en mi boca. Luego vino la paliza y la nada. Una nada en la que me hubiese quedado, la abracé con los brazos abiertos y no sentí dolor. Quería quedarme aquí, flotando, muy lejos. Una voz dentro de mi cabeza me instaba a luchar, a perseguir el futuro que quería tener. Noches cerca de la playa, en esa casa donde me permití perseguir lo que quería. Allí seríamos felices, pasearíamos con la arena entre los dedos de los pies, juntos. Vendrían nuestros amigos a visitarnos, reiríamos a carcajadas cuando Dakota hiciese algún comentario obsceno.

Dakota.

No, Dakota ya no está. Ya no puede formar parte de este futuro. Vuelvo al principio: Casa. Playa. Nosotros. Cuando llego a la palabra amigos algo me impide avanzar. Me quema, me corroe, me tortura.

Ese dolor me hizo despertar, pues hasta en la nada el dolor me encontraba. Noto como el llanto se abre camino por mi interior, subiendo por mi garganta, rodeándome la tráquea e impidiéndome respirar. Me asfixio con mi dolor, con mis lágrimas. Dejo salir un grito silencioso de mi boca mientras las lágrimas me bañan la cara. Las lágrimas me escuecen allá por donde pasan. Mis labios están agrietados, golpeados, partidos. Mi cara tiene rasguños y me palpita la sien.

Escucho el ruido que hace la puerta al abrirse, pero no levanto la mirada para ver de quien se trata. Ya ha dejado de importarme. Ni siquiera me he molestado en estudiar donde me encuentro. Sé que me sacaron arrastras, sé que dejé atrás el cadáver de mi amiga y el rostro de mi marido. Nada es demasiado diferente: cuatro paredes, nada de decoración y cadenas que me mantienen colgando del techo, desgarrándome la piel.

Me alzan el rostro, ladeándome hacia un lado para dejar mi cuello expuesto. No reconozco a ninguno de los presentes. Actúan con rapidez, como si yo fuese el peligro aquí y no ellos. Llevan batas de laboratorio y guantes. Me clavan una aguja en el cuello y se marchan. No tardo mucho en sentir un hormigueo extendiéndose por mi cuerpo que poco a poco pasa a ser un ardor por todo mi cuerpo. No es una sensación que me resulte ajena del todo. La memoria de mi cuerpo recuerda esta sensación. Lenguas de fuego avanzan por mis venas, haciendo que sienta que ardo de dentro hacia afuera. Me retuerzo, arqueando la espalda cuando el calor me lame la espina dorsal. Y tan rápido como llega la sensación, esta se apaga.

Me resbala sudor por todo el cuerpo, resuello, exhausta.

El proceso se repite varias veces, entran dentro y me suministran un líquido diferente. Unas veces ardo, otras siento como mi estómago se revuelve, o al contrario que antes, me hielo, como si la sangre se volviese escarcha. Lo que sea que hacen conmigo, mi cuerpo lo combate, quemando el veneno, luchando contra él.

Posiblemente ha pasado un día completo para cuando la puerta se abre y me muestra una presencia diferente. Ivanna.

─Te ves horrible. ─comenta con diversión. ─Y pensar que el mundo piensa que nos parecemos. Si te viesen ahora, no dirían lo mismo.

─Los celos acabaran matándote. ─digo con la respiración dificultosa.

─No puedo sentir celos por ti, lo único que siento es lástima.

─No sientas lástima por mí, Ivanna. Deberías sentirla hacia ti misma, mírate, enferma de celos. Aiden no te quiere, Ivanna. No lo hará nunca. Igual que tampoco pudo querer a Nicole. No es un hombre que quiera fácilmente y su amor siempre fue mío, por eso estuvo contigo. Porque te pareces a mí.

El Juego del Escorpión #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora