CAPÍTULO 22

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Heart of stone–Iko

LEV

El cielo está totalmente gris, con la lluvia de la ceniza cubriéndonos a todos. Parece saber que en estos momentos en mi pecho se está desatando una pena y una emoción sin igual. Años sin ver a mi hermana, a mi melliza, pensando que estaba muerta con su cuerpo tirado en algún lugar. Sin poder darle un lugar de descanso, y ahora, que la veo ahí tirada en el suelo, en mitad del callejón oscuro, mi corazón se parte de nuevo.

Todo se sucede a mi alrededor a cámara lenta, veo por el rabillo del ojo a Aiden sumido en el mismo estado que yo, con el cuerpo inmóvil hincado de rodillas en el suelo. Katherine habla con Alina, porque no tengo ninguna duda de que es ella. No escucho que le dice, todo parece haber sido opacado por el ritmo acelerado de mi corazón.

Nadie se atreve a acercarse demasiado a ella, y eso incrementa mi pena, viéndola ahí, asustada como un cervatillo, con el cuerpo hecho trizas y nadie es capaz de tomarla para sanarla por miedo a lo que ella es ahora.

Es Sören quien se acerca a nosotros dos, al líder y su mano derecha, que permanecemos en un estado de trance total.

—¡Eh! —grita. —¿Qué ocurre? ¡Tenemos que irnos de aquí ya!

—Sören. —dice Katherine a modo de aviso. —Déjame a mí.

La sigo viendo hablar con Alina, incluso le acaricia las mejillas con esos guantes de cuero. Noto una mano invisible apretándome el corazón y no puedo soportar esta agonía. Lloro en silencio porque he recuperado una parte que creía imposible de recuperar, pero me la han dado en pedacitos que tal vez no vuelvan a encajar.

—Lev. —la voz de Aiden suena tan rota como debe estar la mía si hablase. —Hermano, levántate, es ella.

—No puedo.

Su mano aprieta mi hombro en un intento por enfundarme el valor que me falta.

—Sí puedes, te vas a levantar y vas a ir con tu hermana.

<<tu hermana>>

La única familia de verdad que me queda. Me levanto sobre mis piernas y con las manos temblándome a cada lado, camino hasta ella, con los ojos incapaces de mirar nada más. Katherine se hace a un lado, dejándome sitio para postrarme frente a Alina. La observo, como si fuese la primera vez, y en parte lo es. El pelo cubierto de suciedad opaca el brillo del rubio de su pelo, tiene las mejillas chupadas siendo solo piel sobre hueso, los ojos azules como los míos y hundidos en sus cuencas. Heridas en cada rastro de piel, algunas cicatrizadas, otras abiertas y supurando. Signos de todas las torturas grabadas en su piel contando una historia brutal y cruda.

Por mucho que quiera, las lágrimas calientes son incapaces de ser contenidas y recibiendo gritos asustados por parte de todos, agarro a Alina de los hombros y la llevo a mi pecho. Me da igual lo que su nueva condición pueda hacerme.

Durante toda la historia han dicho que los hombres valientes no lloran, mentira. Un hombre de verdad tiene la valentía como para llorar, abrirse en canal, mostrar que no está hecho solo de músculo y hombría. Somos humanos, tenemos sentimientos.

Su cuerpo permanece inmóvil entre mis brazos y los pequeños retazos de piel de mis brazos que entran en contacto con sus mejillas se sienten calientes.

—Alina. —murmuro entre hipidos y lágrimas. —Hermana...¿Qué te han hecho?

Detrás de mí, el mundo sigue vuelto un caos. Las cenizas, los restos y el humo de la explosión siguen llenando el aire. Los escorpiones están volviendo a la central mientras otros tantos se han agrupado en este callejón, observando lo que está pasando. Escucho el sonido de los neumáticos chirriando por el pavimento.

El Juego del Escorpión #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora