CAPÍTULO 41

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You should see me in a crown-Billie Eilish

Las despedidas son horribles.

Al parecer muchos de nuestros aliados potenciales son incapaces de seguir esperando para atender un asunto del que no han querido darme detalles. Han pasado varias semanas desde que sucedió todo el desastre y aunque mi cuerpo a veces duele, desde un punto de vista médico, estoy en condiciones de viajar así que nos vamos de nuevo a Rusia.

Despedirse siempre es doloroso. Poco a poco toda la gente importante para mí ha ido pasando por mi habitación "de enferma". Tuve tiempo para hablar con Dash más profundamente, no voy a negar que ambos acabamos llorando, y al final acabó por contarme que se queda en Seattle un poco más. Tal vez aproveche para ponerse al día con su familia o para volver paulatinamente a su lugar de origen. Ninguno mencionamos Sídney. Posiblemente los dos tenemos miedo de entrar en ese apartamento y encontrar rastros de nuestra vida anterior. Una vida donde Dakota aún estaba. Me despido de Cassie y Akim, prometiendo darles noticias pronto, también me despido de John. Despedirme de él siempre es difícil, es como un padre para mí, pero esta vez es aún más duro. No puedo ignorar la mirada en sus ojos, el abatimiento que veo en ella, el terror de casi haberme perdido que aún persiste en su mirada. Hago muchas promesas antes de irme: prometo llamar más, prometo volver pronto, prometo cuidarme.

El viaje hasta Moscú es largo y se hace aún más con todas las pequeñas paradas que hacemos. Tanto Nikolai como Aiden parecen estar preocupados de que el viaje sea demasiado para mí. Reconozco que tantas atenciones me ponen un poco enferma, nunca he llevado bien el sentirme débil. Así que pongo siempre mi mejor cara, esquivo con empeño cualquier atención del resto y mantengo mis dolencias a raya. Se prevé que lleguemos a Moscú temprano, antes de la hora de la comida y al parecer, ya tendremos invitados esperando nuestro regreso. El jet es lo suficientemente amplio como para que dos chicas me aparten y se encarguen de cerrar la puerta, antes de empezar a peinarme, maquillarme y vestirme.

Me hacen un peinado que cubre cualquier señal de la ausencia de pelo en uno de los laterales de mi cabeza, al mirarme al espejo, es como si nada hubiese cambiado. Me ponen un vestido negro, ajustado y de tirantes finos. Cubren cualquier rastro de moretones en mi piel, tiñen mi piel de color y inyectan mis labios de vida con un pintalabios rojo como la dinamita.

Todo esto mientras yo no dejo de juguetear con un pequeño cristal en mi mano, tal vez sea una circonita, un diamante o cualquier otra piedra preciosa. La encontré en el suelo de mi habitación y me entretuve con ella en mis días siendo una paciente enferma y dolorida.

─¿Puedo pasar?

La cabeza de Nikolai asoma por la pequeña rendija de la puerta. Asiento y las dos chicas que han pasado el último rato encargándose de mi aspecto, desaparecen.

Se pasa la mano por el pelo, dejándolo desordenado. Se sienta en un pequeño sillón, con las piernas ligeramente abiertas y mirando fijamente mis ojos a través del pequeño espejo donde puedo ver mi apariencia.

─¿Ocurre algo? ─pregunto cuando el silencio me parece asfixiante.

─Solo quiero hablar contigo. ─dice pasados unos segundos. ─Estoy seguro de que tanta insistencia por parte de nuestros aliados no es por un tema insignificante. Quiero asegurarme de que te ves con fuerzas de estar hoy ahí.

─Aunque no tuviese fuerzas, estaría de todas formas. No pienso mostrar un semblante débil a nuestros aliados. ─aparto la mirada del espejo, volviéndome de cara a él. ─¿Tienes alguna sospecha sobre qué es lo que quieren tratar?

─Sí. ─frunce los labios. ─Tengo una ligera sospecha.

─¿Piensas compartirla?

─No.

El Juego del Escorpión #2Where stories live. Discover now