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Tras una larga búsqueda, finalmente llegamos a la dirección que mi madre nos había escrito sobre el papel. Le eché una ojeada al número de portal detallado, y levanté la mirada. Justo encima de las grandes puertas de cristal se veía el número 48 señalizado.

Mis manos temblaban ligeramente al apretar las llaves con fuerza en mi puño, estaba tan nerviosa que se me olvidó respirar durante un segundo. Laila notó mi comportamiento extraño y mis postura corporal, supo inmediatamente que estaba apunto de sufrir otro ataque de ansiedad. Me agarró del brazo suavemente.

—Ya sabes que si no estás lista no tienes porque entrar. -- me recordó, pasando un mechón de mi pelo por detrás de mi oreja.

Cerré los ojos e inhalé, tratando de calmar los nervios que se iban amontonando. Intenté pensar en el hecho de que tan solo se trataba de una casa antigua, prácticamente desierta, y que no había razón para temerle. Pero, por otro lado, el miedo y la inseguridad iban creciendo rápidamente dentro de mí.

¿Y si recuerdo algo que no quiero recordar? ¿Y si solo hay recuerdos negativos? ¿Y si apenas recuerdo algo?

Metí la llave en la entrada y lo giré rápidamente para abrir la puerta de golpe, ya no había vuelta atrás. Volví a España en busca de mis recuerdos perdidos, y no pensaba hacerlo en vano. Al menos quería intentarlo.

—Quiero hacerlo.— anuncié.

Laila se echó atrás para dejarme sitio. Ella me conocía mejor que nadie, sabía muy bien que nadie me iba a parar ahora, mucho menos cuando ya me había decidido.

Dicen que en cada casa, en cada hogar y en cada etapa de tu vida hay un olor especial. Tú no puedes olerlo en el momento, pero se queda marcado en tu mente de todas maneras. Eso fue exactamente lo que ocurrió. Me di cuenta que el olor del bloque de pisos me traía un recuerdo nostálgico pero desconocido, me emocioné nada más entrar en el bloque.

—Madre mía...— susurré, mi voz temblando.

Comencé a caminar por la entrada, mis ojos examinaban toda la sala hasta llegar a los buzones. Ojeé cada uno de los nombres escritos, intentando recordar si se trataba de algún vecino conocido, pero los nombres no me servían. Sólo conocía dos nombres, y eran los nombres de mi padre y mi madre. Pasé los dedos por encima de la placa que lucía el nombre de mi padre fallecido.

Justo debajo de sus nombres, se veía otro nombre que reconocía.

PISO 4A

AINHOA GARCÍA

—Vivía en el cuarto piso, letra A.— señalé.

—¿Subimos entonces?— preguntó Laila.

La respuesta a esa pregunta era obvia, no hacía falta contestar. Directamente caminé en busca del ascensor que nos subiría al cuarto piso, Laila me seguía por detrás como un perro curioso, observando atentamente nuestro alrededor. Tras unos segundos explorando el lugar, nos topamos con las puertas cerradas del ascensor y un botón azul.

Le di al botón con el dedo índice y comenzó a brillar con más intensidad, el ascensor hizo un ruido raro que nos indicó que se estaba moviendo, y la pantalla que se hallaba por encima comenzó a contar atrás.

Planta 4...

Planta 3...

Planta 2...

Planta 1...

Planta baja.

Las puertas se abrieron al llegar a la planta baja, revelando que el ascensor venía vacío. Era espacioso, un luz cálida lo iluminaba y en la pared se veía un cartel que avisaba del aforo máximo: 10 personas. Laila entró primera, y me cogió de la mano a ver que titubeé al principio, ya que no sabía exactamente lo que me esperaba una vez subía el ascensor a la cuarta planta.

Pelirroja De Bote (Auronplay)Where stories live. Discover now