56

176 17 0
                                    

Respiré hondo antes posar mis dedos sobre el botón del timbre. Intenté tragar mi orgullo, ya que no estaba emocionalmente preparada para perder a otra persona en mi vida en menos de 24 horas. Por eso mismo estaba allí, en casa de Iker, lista para olvidarme de aquella estúpida discusión que nos separó durante un día y desencadenó todo.

Presioné ligeramente el botón con un dedo. No tardó apenas dos segundos en abrirse la puerta corrediza oscura, era casi como si Iker llevase horas esperándome justo al lado del botón, listo para presionarlo en cuánto me viese por las cámaras de seguridad.

Caminé por el jardín, respirando hondo el olor de las flores aromáticas que crecían por la entrada. El border collie de Iker asomó su cabeza por encima de su caseta, percatándose de mi presencia. Normalmente al verme solía venir corriendo para saludarme a lametones, pero esta vez no quiso. Quizás notó en mí algo distinto aquél día y decidió no meterse, aquél perro era demasiado listo.

Formé una bola con los puños, lista para hacer algo que no me gustaba hacer cuando tenía razón: pedir disculpas y tragar mi orgullo.

La puerta de casa fue abierta por Iker, quien mantenía una expresión preocupada. Pero cuanto más me acercaba, más me daba cuenta que aquella expresión no reflejaba preocupación por mí; sino por otra persona. Eso me hizo curiosear.

—Ainoa, al fin has vuelto.—

—Sí... em...—

Iker se giró de nuevo, como si estuviera buscando a alguien. Supe ahí mismo que su mirada y expresión nerviosa no era por mí, sino que estaba preocupado por otra persona. Asomé mi cabeza en busca de lo mismo que estaba buscando él.

—¿Qué pasa?— pregunté.

—Tenemos una situación.— admitió.

Ahí fue cuando entré en casa y vi a la chica de pelo rubio sonándose los mocos en un pañuelo, sus ojos rojos e hinchados de haber llorado durante horas. Debajo de sus ojos que solían brillar con intensidad ahora se encontraban bolsas oscuras claramente indicando que no había pegado ojo. La chica tenía la mirada perdida, como si estuviese pensativa, apenas notó mi presencia. 

Me acerqué a ella.

—¿Enara?—

Enara no contestó, no sé ni siquiera si me escuchó. Seguía mirando el suelo, metida en sus pensamientos. Iker posó una mano sobre mi hombro al ver mi rostro confuso.

—Vino llorando hace una hora. Está bastante mal.— explicó Iker.

Me agaché para poder conseguir que me mirase a los ojos, aunque la chica seguía mirando sus manos con intensidad. Una sola gota recorrió su mejilla rosada e irritada por las lágrimas. Posé una mano sobre su muslo para intentar captar su atención, lo cual funcionó. Giró su cabeza para observarme.

—¿Enara? ¿Qué te pasa?— pregunté.

Enara no contestó inmediatamente, pero las lágrimas volvieron a acumularse y la cara se le arrugó. No dudó en lanzarse para abrazarme, sollozando en mi hombro repitiendo las mismas palabras: "No lo entiendo".

La arropé con mis brazos lo mejor que pude. Por mucho que Enara me hubiese caído mal al principio, ella seguía siendo una persona que merecía respeto y amor, porque era lo único que ella daba. Pude sentir su dolor y sentí compasión por ella.

—No entiendo lo que ha pasado.— dijo, apretando mi ropa.

—Tranquila...—

Enara se separó del abrazo.

—Es que... no sé que hice mal.—

Iker sacudió la cabeza.

—Ya te lo dije, Enara. No has hecho nada malo. No tienes culpa de nada.— le recordó.

Pelirroja De Bote (Auronplay)Where stories live. Discover now