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Algo se apoderó de mi interior, quizás fueron las palabras de mi padre que aún se reproducía en mi mente: Tú eres la que ha sufrido, tú eres la que decide si quieres perdonarle o no. Debes seguir lo que tu corazón te diga, tu corazón te guiará.

Salí por la puerta corriendo, con una sensación de desesperación en mi estómago. Necesitaba hablar con Raúl de nuevo y escuchar lo que tenía que decir sobre lo ocurrido. Estaba blindada por el shock y la rabia que ni siquiera le di la oportunidad de explicarse. Y sentía que, a pesar de todo el dolor que sufrí, Raúl merecía estar en mi vida.

Debes seguir lo que tu corazón te diga, tu corazón te guiará. La voz de mi padre se rebobinaba en mi cabeza mientras corría en dirección de casa de Raúl, mi respiración agitada debido al esfuerzo físico al que me estaba sometiendo. Mi pelo botaba por todos los lados, mis piernas comenzaron a temblar y arder, pidiendo un descanso.

¡Pelirroja de bote!

¡No nos gusta el olor a tinte!

Cerré los ojos durante un segundo, molesta por el constante recordatorio. Lo único que quería en aquél instante era oír su versión y su explicación, no quería centrarme en los actos de un niño adolescente casi dos décadas atrás. Quería ser lo que Raúl de ahora tenía que decir.

Quizás Iker tuviese razón, quizás me centraba demasiado en el pasado en vez del presente. Quizás necesitaba disfrutar del momento y dejar atrás todo lo malo.

Llegué finalmente a casa de Raúl tras varios minutos intensos. Me lancé contra la puerta del bloque de pisos, que por algún milagro se abrió sin forcejeo. No quise esperar a que el ascensor bajase, necesitaba verle lo más rápido posible.

Cuando llegué finalmente a su puerta, comencé a darle porrazos con la mano, gritando su nombre a pleno pulmón. La desesperación crecía en mí cada vez más, casi comencé a arañar la puerta principal con las uñas al ver que no abría. Lágrimas amenazaban con caer sobre mi rostro, pero me los aguanté.

—¡Raúl! ¡Abreme por favor!— supliqué.

No sé cómo ningún vecino abrió la puerta para asomarse y ver lo que estaba ocurriendo. Me llevé así unos minutos, incluso saqué el móvil para llamarle varias veces. No contestó. 

Al ver que Raúl no estaba en casa y tampoco respondía a mis llamadas, apoyé mi frente sobre su puerta, derrotada. Lo único que quería era volver a hablar con él, pero eso iba a ser imposible si él no quería volver a hablarme a mí.


(....)


Caminaba lentamente por un parque desconocido, respirando hondo el aire cálido. Me abrazaba a mí misma, sin poder dejar en todo lo que acababa de ocurrir: Mi padre por fin formaba parte de mis recuerdos, y Raúl también. Podía oír en mi mente su voz adolescente de nuevo, llamándome pelirroja, haciéndome llorar en casa. Cerré los ojos un momento, intentando liberar el estrés.

Finalmente, tras caminar durante una hora, llegué a un puente que separaba el parque de la carretera que lo atravesaba. Me apoyé contra la barandilla, observando todos los coches que pasaban por debajo y hacían vibrar ligeramente el puente. Era, en cierto modo, relajante. El sol se ocultaba tras el horizonte, y la soledad en cierto modo era acogedor.

Agarré la barandilla un poco más fuerte. Sentía como la ansiedad volvía a crecer dentro de mí.

—¿Pelirroja?—

Pelirroja De Bote (Auronplay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora