Abandonados??

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Mala suerte. El pequeño Ryūnosuke se había quedado dormido, se soltó de la camiseta de su padre y dejó caer el chupón, pues ni siquiera aún era apto para usarlo teniendo apenas dos meses de nacido.

Por suerte se había quedado tranquilo y esa joroba de Dazai ya no se movería.

Ahora todos estaban confundidos por el chupón que cayó de la ropa de Dazai. ¿Qué hacía ahí? Chūya se apresuró a juntarlo y a guardarlo en uno de sus bolsillos.

— M-Mi familia de Canadá vino a Japón. Dazai y yo fuimos a visitarlos, pero mi tía le dejó cuidando a su bebé a Dazai...

— Entonces yo, guardé el chupón del primito de Chūya pero olvidé regresarlo.

Inventaron a la par, sin planear nada. Todo parecía ir bien hasta que otros dos miembros de la Port Mafia, cargaban cada uno a Gin y a Atsushi, envueltos en una frazada en sus brazos, a la vista de todos.

El gesto de sorpresa y de susto de Dazai y Chūya los descubrió a ambos. Les entregaron a los bebés, y junto con ellos, unos papeles de despedida.

— Lo siento, Chūya y Dazai-kun. Pero ustedes dos no pueden seguir trabajando para la mafia con tres hijos. No estamos para mantener mocosos.

Dijo Mori, levantando la gabardina de Dazai en su parte trasera para descubrir a Ryū.

— P-Pero... Es mi fiesta de bienvenida, Mori-san... Yo, en verdad...

— Lo siento, Chūya-kun. Si ustedes dejan a los niños en una casa hogar, los dejaré trabajar para la mafia cuanto quieran.

Respondió serio.

Gin empezaba a quejarse, por lo que Dazai se vió obligado a arrullarla, sin hacer mucho movimiento para no despertar al azabache.

Por su parte, Atsushi buscaba su alimento en la camiseta y pecho de Chūya, sollozando.

El pelirrojo tenía lágrimas en sus ojos, estaba bastante triste con esa decisión que querían obligarlo a tomar.
Se acercó a Dazai, y se aferró a él. El joven del vendaje se mantenía callado, pero serio.

— ¿Cuál es tu decisión, Chūya? Tú dijiste que podríamos abandonar a los niños...

— V-Vámonos, Dazai... Mi decisión está tomada. No voy a dejar a nuestros hijos por la mafia...

Murmuró. Se dirigían a la salida, decaídos, muy junto al otro.

No eran tan jóvenes, en realidad, eran adultos y su trabajo era esfuerzo de ellos mismos. ¿Por qué los juzgaban tanto en la mafia como para despedirlos?

Tomaron su camino con destino a casa.





Ya está el siguiente capítulo, sólo que a veces no notifica.

MAMÁ CHŪYA [SOUKOKU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora