Lágrimas Eternas, Amor Eterno

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Sollozo contra su piel

—No...por favor no...¡Por favor no! —lloro con libertad acariciando todo su rostro pálido mirando su dulce sonrisa en su rostro—No me dejes otra vez, por favor...mi deidad—

—Tranquilo, no fue culpa tuya—

—Mientes—

—No es tu culpa—

—¡Mientes! —sabia que no era verdad, la sangre en sus dedos lo podía comprobar, él mismo había atravesado su pecho creando un hueco y dejando que su vida se fuera entre sus dedos. No había querido eso, no había pensando, ni siquiera sabía que pasaba por su cabeza en ese momento. Había sido su instinto y le jugó una mala broma. Con la poca fuerza que le quedaba, la deidad  alzó su débil mano hasta tocar la gema dorada en la frente de la bestia y la hizo brillar, le estaba entregando todo el poco poder que le quedaba para volverlo más fuerte que los otros, él debía sobrevivir, la menos por ella, debía de vivir. Al sentir esto el hombre la miró horrorizado y frunció su ceño llorando más amargamente enrojeciendo de la ira, no podía vivir en un mundo donde ella no estuviera a su lado, su vida misma se estaba yendo con la de su amada—¿¡Qué mierda haces!? ¡Estúpida! ¡Lo necesitas para sobrevivir! —pero le hizo caso omiso, su brazo cayó al suelo sin dejar de sonreír y sus ojos se voltearon hasta quedar en blanco


—Volveremos a vernos—

—¡No, no, no! ¡NO!...¡¡¡ELIZABETH!!!—

Domando a una bestia encantadora (PAUSADA) Where stories live. Discover now