Capítulo 8

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—Si la reina no puede bloquear la jugada ¿Qué pasa elaine? —La rubia imitó el movimiento de ajedrez y luego sonrió.

—Entonces termina en empate—

—Oh—sonrió, no sabía porque era tan interesante aquel juego pero le daba curiosidad el aprender a jugarlo. Regresaron sus piezas a su respectivo lugar para volver a empezar y elizabeth le dedico una mirada rápida al pequeño dragón. Meliodas no le había dicho la gran cosa después de haber dormido juntos, habían pasado dos días pero se le veía realmente nervioso a su presencia, tal vez sentía que su orgullo había sido herido al permitirse dormir con una simple humana o al menos eso quería deducir. La pequeña hada tomó un peon para moverlo dos casilla hacia adelante y sonreír.

—Tú turno elaine—

—No sabía que sabias como funciona esto king—el hada sacó el pecho con orgullo y se señaló a su mismo con su diminuto pulgar.

—Puedo aprender mucho con sólo ver a los humanos—ambas mujeres rieron sin notar como la bestia divina las observaba sin decir palabra. Elaine movió un peon lejos del de king y al mismo tiempo el castaño movió el caballo hacia adelante—¿Lo ves? Puedo ser muy bueno—

—Si que lo eres—acarició sus cabellos con su dedos causándole cosquillas y seguir con su juego. Era entretenido de ver aunque elizabeth aún no entendía por completo las reglas ni la forma en la que se movía cada pieza, tal vez mirando a sus amigos podría entender un poco más.

TOC TOC

—Princesa—la voz de una sirvienta la distrajo de su concentración. Suspiro un poco rogando internamente que no la llevaran a ver a su familia y empezó a caminar hacia la puerta. El sonido de su tacón se escucho como eco por el piso de mármol y se aseguró de que todo se viera normal para la sirvienta. Su cama tendida y arreglada, su ropa en su lugar, meliodas estaba de espaldas por lo que nadie podría ver que es una bestia divina, king y elaine seguían jugando entre risas, pero como ya se habían enterado de su amigo hada ni tenía nada malo que lo vieran. Las cortinas recorridas dándole el paso a la luz del sol de iluminar su cuarto y el olor a las rosas llenaba su nariz. Si, todo se veía perfecto.

Abrió la puerta con una sonrisa intentando ignorar la seriedad de la mucama.

—Tiene una visita princesa, el hijo del duque Erzengel está de visita—la mujer dio una reverencia antes de hacerse a un lado y dejar ver a un niño de cabellos plata relamidos hacia atrás y ojos obsidiana. Había ido hablar de la familia Erzengel, son uno de los cuatro ducados que apoyan a la familia real. Todos son del mismo apellido pero cada hermano hizo su propia dinastía por su lado. El mayor consiguió esposa y ya tiene hijos, el segundo vive soltero en una finca alejada de la capital real, el tercer hermano tiene una mansión a la orilla del mar y hacía fiestas de forma  consecutiva, el cuarto vivía viajando de un lado a otro gracias a su gran dinero hospedandose en casas grandes durante tiempos limitados, tenía frente a ella al hijo del cuarto duque.

¿Por qué alguien de una familia poderosa iría a verla?.

—Saludos a la estrella brillante del imperio, soy Estarossa Erzengel—

—Saludos marqués Erzengel—hizo una reverencia con su mente trabajando a mil por hora intentando descubrir alguna trampa—¿Lo habrá mandado liz para pelear conmigo? —se preguntó a si misma, en la fiesta estaba claramente del lado de su hermanastro por lo que dudaba que fuera solo de buena voluntad a su alcoba.

—No pude presentarme como es debido en la fiesta, en un honor conocerla—

—El honor es mío —a simple vista se veía un bien niño, se atrevería a decir que de su edad o tal vez un poco mayor no sabría decirlo con exactitud. En el fondo no le daba gusto conocerlo, pero no iba a ser descortés y aumentar los rumores de lo "maleducada" que era.

Domando a una bestia encantadora (PAUSADA) Where stories live. Discover now