Capítulo 4

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—¡Kyaaaa esta muerto! —grito elaine al ver a la pobre criatura mágica en el hocico del dragón y salto del sofá hasta, alejarse de meliodas. Su corazón latía rápidamente contra su pecho y su cara pálida parecía espectral—No puedo con esto elizabeth, perdón pero me voy—

—T-Tranquila elaine, meliodas lo trajo de...¿Regalo?—exhalo un poco asustada también de la imagen del menor y luego chillo levemente al ver como lo soltaba y la pobre hada rebotaba sobre la mesa

—¿Acaso le temes a las hadas?—preguntó el animal rascando con su pata detrás de su oreja y dedicándole un morada serena. La princesa sólo trago en seco y negó levemente

—¿Acaso los humanos no se regalan cosas? Creí que una hada te gustaría—

—Solo me da un poco de pena la pobre hada—admitió ligeramente sonrojada mirando a su amigo cercano. Ante esa revelación meliodas suspiro un poco y miró a la pequeña persona en la mesa—Los prefiero vivos y no muertos—

—Oye tú, anda levántate—tanto elaine como elizabeth se quedaron en silencio conteniendo el aire—Te dije que te levantaras—le dio unos golpesitos en la cabeza a la criatura con su pata. Su paciencia llegó hasta un punto límite por lo que se le acercó lo suficiente como para que su boca estuviera cerca de su oído y habló con una voz áspera y llena de advertencia—Si sigues haciéndote el muerto cumpliré tu deseo y te mataré—

—Gyaaaaa—ambas femeninas vieron cuando la hada se levantó de inmediato volando sobre la cabeza de él blondo que lo miró complacido. Era un niño muy maleducado—S-Si señor, estoy vivo—

—Ahora juego con esta niña—señaló a la albina con su pata, el hada de cabellos cafés solo hizo una pequeña reverencia asustado y voló hacia elizabeth. Solo haga ese momento elaine volvió a acercarse a la princesa y tomó asiento a su lado.

—Hola señorita, no me hacía el muerto porque usted no me agradará...solo me dolía el cuerpo—el corazón de las chicas se estrujo al escuchar eso y casi al instante empezaron a tratar la herida en su brazo que sangraba. De forma muy inexperta pero con la intención más pura de ayudar, la limpiaron con un pañuelo que tenían a la mano y luego empezaron a acomodar su cabello ligeramente. Él hada en cambio se sentía más relajado—Ya saben que los dientes de meliodas son filosos, si me movía ¡me mataba de verdad! —

—No exageres—habló el niño rubio convertido en humano mientras comía una galleta. Estaba acostado en el sofá que elaine dejó desocupado y miraba con ciertos celos como la albina acariciaba la mejilla del hada. A diferencia que otras veces, estaba vistiendo un pantalón blanco holgado y un chaleco largo que le llegaba hasta las rodilla. Cuando se termina su galleta volvió a ver a la hada siendo mimada y gruño—Lo que pasaba es que te daba pereza venir aquí, tuve que traerte yo—la pequeña criatura hizo un puchero.

—Solo era poca pereza—

—Ahora que recuerdo, no te he saludado mel—el niño no tardo en saltar de su sofá para ponerse al lado de la albina. Esta solo soltó un risita por saber lo que quería y sin pensarlo empezó a acariciar sus cabellos rubios  con delicadeza, las mejillas del menor se tiñeron de rojo al instante y sonrió complacido de su acción—¿Cómo haz estado? ¿Por qué no habías venido a visitarme? —

—Fue a visitar la montaña sagrada—agregó con sutileza como si fuera algo normal y luego dejó recostada la cabeza en el regazo de la albina. La dama de compañía solo hizo un puchero pues ese niño la estaba llevando hasta la orilla por querer estar pegado a la princesa. Se levantó ligeramente indignada y se fue hasta el sofá desocupado mirando como el niño se acomodaba bien y la princesa seguía mirándolo con cariño.

—¿La montaña sagrada?—

—Tengo que ir allí para recargar mis fuerzas nishishi—la resistencia que siempre ponía hizo que frunciera su ceño y desviara la mirada—¡Olvida lo que dije! Respondí la pregunta sin pensarlo, un humano no debería de saber de la existencia de la montaña sagrada—

Domando a una bestia encantadora (PAUSADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora