CAPITULO 2 TENEMOS QUE HABLAR

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Marcela
"TENEMOS QUE HABLAR" era todo lo que decía la nota que puse en la mano de Roger, aquella noche.

No me quedé para ver su reacción, salí del brazo de Sergey, ellos se quedaron con los chicos, no sé si tendrían planeado conocer la ciudad, si saldrían solos o nuestros hijos los acompañarían, quizás lo comentaron durante la cena, pero yo no tenía cabeza para escucharlos.

_ Mi amor, ¿te sientes bien? - me tomó de la mano Sergey en una parada frente a la luz roja del semáforo. _ te noto preocupada. ¿sucede algo?

Negué con la cabeza.

_ ¿Son los chicos? - insistió.

_ Todo esto es tan rápido. - dije. Quizás deberían esperar... estar seguros...

_ Creo que ellos están muy seguros. - dijo mirándome preocupado.

_ Van muy de prisa. - insistí. Además, son de países diferentes, sus culturas podrían ser un problema.

_ Mi amor. - me miró con paciencia. _ tú y yo somos de países distintos, incluso nuestras culturas no podrían ser más diferentes que las de ellos entre sí. ¿Porque no me cuentas?

En ese momento el sonido del claxon de varios vehículos se escuchó con insistencia, al parecer hacía rato que el semáforo había cambiado a luz verde.

Él soltó mi mano por un instante, puso el auto en marcha y la volvió o tomar.

_ Todo estará bien. - me dedicó una tierna sonrisa. En otra ocasión y en otras circunstancias, esa sonrisa y su actitud tranquilizadora me hubieran bastado, pero no ahora, había tanto en juego, la felicidad de mi hija, la felicidad de Rodrigo que, aunque fuera el hijo de mi ex esposo y de esa mujer, lo apreciaba mucho, era un gran chico, con valores y principios, amaba y respetaba a mi hija, además era trabajador y estudioso un excelente partido, pero, no era el indicado, no para mí hija, y mi matrimonio, sabía que también estaba en peligro.

Intenté hacerme la fuerte, pero me fue imposible, las lágrimas pugnaban por salir de mis ojos.

Marcela
Han pasado dos días desde la cena, mis nervios están de punta, estaba a punto de buscar a Roger porque no he obtenido respuesta.

Aun cuando en la nota dejé anotado mi número telefónico, al parecer él no tenía ningún interés en hablar conmigo y lo comprendía, pero lo que tenía que decirle no podía esperar. Así que había pensado presentarme en su hotel, aun sabiendo que podía provocarle un problema con Melisa, pero la verdad es que ya me sentía desesperada. Tanto que Sergey lo había notado.

_ No quiero que vayas a hacer alguna tontería. - me había dicho esa mañana antes de salir de casa, tenía un viaje de varios días que no podía postergar y por primera vez en muchos años, decliné su invitación, él sabía por qué lo hacía y se fue preocupado. _ los chicos estarán bien. No te preocupes. - me abrazó infundiéndome ánimo.

Horas más tarde, fue que por fin recibí un mensaje de Roger.

Me decía que al siguiente día temprano estaba disponible para reunirnos,

Le contesté que sí y me envió el lugar y la hora.

Esa noche, me fue imposible dormir.

Roger
Esta mañana me levanté con tantas expectativas, desde el día que nos reunimos en aquella cena y que la vi por primera vez, después de tantos años, no me lo podía creer, se veía tan hermosa y tan inalcanzable, como aquella vez que la vi de nuevo en el centro comercial, en donde nuestros hijos se conocieron por primera vez. En esa ocasión fue un shock para mí verla de pie, mirándonos, y fue peor, ver qué esa pequeña, era su hija y peor aún, ver cómo aquél hombre se acercaba por detrás y la abrazaba, fue un golpe terrible darme cuenta de que ya no era mía, de que el lugar de ese hombre lo debería de estar ocupando yo y que esa linda niña que había jugado con mi hijo debería de ser mi hija y la pequeña que cargaba en sus brazos también, lo peor de lo peor, era darme cuenta de que ya no había esperanza, de que mi tiempo con ella había pasado y de que, hiciera lo que hiciera, jamás volvería conmigo, porque ya era de otro. Hasta ese momento había existido una esperanza, la había buscado como loco, había contratado a un detective, había intentado sobornar a su amiga, había amenazado a Valentín, todo en vano, nunca más volví a saber de ella, incluso llegué a pensar que quizás estaría muerta, aun así, la esperanza persistía, pero ese día la perdí, ella era de otro hombre, tenía una familia hecha y me quedé ahí mirando la escena, con el corazón destrozado, sabiendo que no había más culpable, que yo mismo, porque yo también, estaba ahí parado, mirándola, con la madre de mi hijo a un lado, tomada de mi brazo como una garrapata a la que no soportaba y con mi hijo al que amaba del otro, incapaz de hacer o decir nada.

Y ahora, aquí estaba de nuevo, la miré de lejos, había llegado temprano, su rostro se veía pálido, aun así estaba tan hermosa, no entiendo por qué la urgencia de vernos, creí que era ella la que no quería volverme a ver y eso no hubiese sucedido, si nuestros hijos no hubieran coincidido en la misma universidad y si no hubieran tenido clases en común, y si no se hubieran enamorado, pero lo hicieron y aquí estábamos su madre y yo viajando a otro país para conocer a los padres de ella sin saber que lo que por tantos años busqué, estaba aquí.

Me acerqué a ella, la saludé con cortesía. Un apretón de manos y un ligero beso en la mejilla, y eso fue suficiente para revolucionar mi cuerpo, su piel suave, su aroma delicado, todo me transportó a otros tiempos, cuando ella era mía, cuando yo la despreciaba y ella me adoraba. Cuando yo corría tras otra y ella vivía por mí. Quise darme de topes, pero no podía, ella me miraba con su rostro angustiado. Estaba nerviosa, hubiera querido abrazarla y decirle que no había nada de qué preocuparse, nuestros hijos jamás sabrían lo que había existido entre nosotros, al menos no por mí y me encargaría de que tampoco por Melisa. Los chicos merecían ser felices, estaba seguro de que su amor era verdadero.

Cruzamos unas cuantas palabras y pedimos algo de desayunar, ella se rehusó, dijo que solo pediría un café, pero no sé lo permití, necesitaba alimentarse, seguía estando demasiado nerviosa.

Yo terminé mi desayuno y ella solo probó un poco, tomó un sorbo de su café y me miró a los ojos.

_ Katya es tu hija...- soltó.

AMOR SIN FRONTERAS/ No. 2 De La Serie: AMORESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora