El adiós

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Natalia vio a Elena llegar a la escena minutos después de que lo hiciera la ambulancia. Estaba agitada, le temblaban las manos, pudo ver en su rostro que no sabía qué estaba pasando, qué esperar. 

Vio cómo miraba a su alrededor intentando encontrar una cara conocida pero no podía ver nada con la masa de policías y paramédicos que pululaban por la zona. Al final la vio y miró sus manos llenas de sangre abrazando a Alba. Natalia estaba llorando, estaba llorando demasiado y eso hizo que Elena se pusiera muy nerviosa.

—Natalia, ¿qué? ¿Qué ha pasado? ¿Él está...? —Elena agarró el brazo de su hermana, haciéndola soltar el abrazo en el que intentaba refugiarse.

—Él... él... Elena... él —Lo intentó, pero no pudo hablar.

—Está en estado crítico —se encargó Alba, al ver que Natalia estaba demasiado superada para hablar—. Tiene dos heridas de bala en la parte superior izquierda del pecho. Los médicos están trabajando en él ahora.

—¿Estaba consciente? ¿Respiraba? —Elena seguía hablando con su hermana, lo que la angustiaba más. Los ojos de Elena se abrieron de par en par, con aspecto temeroso, y sacudió a Natalia, gritando —Natalia HABLA CONMIGO—

—Hablaba y después ya no lo hacía Elena. Intenté... Empecé a hacer la reanimación cardiopulmonar, pero la ambulancia llegó a los pocos segundos, me quitaron de enmedio—Alba le puso la mano en la espalda, intentando darle algún tipo de consuelo.

Elena corrió hacia donde estaban atendiendo a su hermano, lo vio tendido en el suelo, nadie le hacía la reanimación cardiopulmonar pero intentaban detener la hemorragia, lo que significaba que respiraba por sí mismo. Estaba vivo. Corrió hacia él y le sostuvo la cabeza.

—No te vas a morir, ¿me oyes? —Susurró, besando su frente—, No puedes que hacer esto Santi, no se suponía que fueras a ser el primer gemelo en morir.

Elena no pudo evitar recordar las peleas que solían tener sobre que ella tenía que morir antes que él porque había sido la primera en salir del vientre de su madre. Ella siempre decía que sería él el primero, y él siempre argumentaba que debía ser ella porque era mayor.

—Elena —alcanzó a decir antes de que dejara de respirar de nuevo. Él estaba en la ambulancia antes de que ella pudiera darse cuenta, y ella seguía sentada en el suelo.

—Elena, tenemos que irnos —Levantó la vista para ver a Natalia con el brazo extendido, esperando que le cogiera la mano—. Lo están llevando a Mayflower. Mamá y papá deben estar ya allí.

Alba se acercó a ellas y le dio a Natalia una débil sonrisa—. Os llevaré al hospital. Mi coche está ahí mismo.

Natalia y Elena se acurrucaron en la parte trasera del coche de Alba. Los sollozos de ambas se fundían con las ligeras melodías que sonaban en la radio. Alba no sabía qué hacer para ayudar, sabía cómo se sentían. Aquello le tocaba demasiado de cerca para su gusto, pero aquella chica en el asiento trasero abrazando a su hermana, a la que acababa de conocer unas horas antes, iba a estar en su vida mucho tiempo, y la forma en que decidiera tratarla y comportarse ese día iban a ser factores importantes en su relación más adelante.

Llegaron al hospital apenas unos segundos después que la ambulancia, un angustiado Jackson ayudó a los paramédicos a sacar a su hermano de la ambulancia, y él y Mindy empezaron a trabajar en él en cuanto estuvieron dentro. La política del hospital normalmente impedía a los médicos trabajar con sus familiares, pero era plena noche y era el único traumatólogo de guardia. La sala de espera empezó a llenarse rápidamente de policías. Claudia y Richard Lacunza fueron recibidos con una ola de silencio cuando entraron en la sala en busca de sus hijas.

Hasta que nos conocimos | AlbaliaWhere stories live. Discover now