¿Por qué no?

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Natalia llamó a la puerta después de haber pasado diez minutos repitiendo en su cabeza lo que iba a decirle a Alba. 

Estuvo a punto de marcharse varias veces, pero decidió que si no lo decía ese día, no lo diría nunca. Cuando no respondió a la primera llamada, se dio la vuelta. ¿Quizás era una señal del cielo? Pero su propio cerebro le hizo darse la vuelta de nuevo y llamar por segunda vez, pero más fuerte. Tampoco hubo respuesta. 

Estaba a punto de irse cuando la puerta se abrió, revelando a una mujer de pelo castaño, bastante alta y con curvas, con el cuerpo desnudo envuelto en una toalla azul que sabía que era de Alba. Natalia estaba sorprendida, por decir lo menos. La confusión estaba escrita en su cara. 

No podía envolver su mente sobre el hecho de que una mujer desnuda había abierto la puerta de Alba horas después de haber salido de allí porque estaban a punto de besarse.

—Lo siento mucho, debo haberme equivocado de piso —se preparó para salir, pero la risa de la chica la pilló desprevenida.

—Por la cara que pones, debes ser la chica por la que está loca mi hermana — Natalia se quedó quieta. No movió ni un dedo —. No te preocupes, no le diré lo celosa que parecías.

—Yo no... Yo, ¿tú eres la hermana de Alba?

—La única —la miró de arriba abajo pero no pudo encontrar ninguna similitud entre ambas. Eran completamente contrarias.

—No sabía que tenía una hermana —dijo con sinceridad. 

Nunca había salido el tema en la conversación.

—No le gusta hablar de la familia por todos los problemas de abandono — Por la cara de distanciamiento de Natalia, la hermana de Alba pudo saber que había metido la pata — Por favor, olvida que acabo de decir que yo... por la forma en que ella habla de vuestra relación, pensé que lo sabías, pero debería haberlo sabido viendo que no sabías de mi existencia y todo eso. Natalia tardó unos segundos en reconocer lo que había oído, pero no tenía ni idea de lo que estaba diciendo la chica que tenía delante. ¿Qué problemas de abandono?

—No voy a decir nada. Emm, perdona, ¿cómo te llamas?

—Soy Raquel —No se abrazaron. Natalia ni siquiera se movió. Estaba realmente confundida. 

—Emm, soy Natalia, pero creo que ya lo sabes.

—Sí lo sé —sonrió, y aunque no se parecían en nada, Natalia pudo ver algunos de los gestos de Alba en la chica. — Mi hermana ha ido a por algo de comida. Puedes entrar y unirte a nosotras. Estoy segura de que no le importará.

—No, no, yo solo, iba a ... —Pero ella no sabía qué decir, no podía decir la verdad—. Tengo que irme. Iba a dejar algo.

Natalia se dio cuenta de que Raquel Reche había visto que no llevaba nada en las manos, pero Raquel también se había dado cuenta de que Natalia esperaba encontrase a su hermana abriendo esa puerta, así que optó por darle una salida fácil y no insistir.

—Sí, por supuesto, bueno, ha sido un placer conocerte —Se despidieron con un abrazo y Natalia se apresuró a marcharse. S

e dirigió a su casa y le costó irse a dormir con todo lo que había pasado. La mañana llegó demasiado rápido para ella. Se escondió bajo las sábanas cuando el despertador sonó en su mesita de noche. Era demasiado temprano. Después de dormitar el teléfono durante unos 20 minutos, tuvo que terminar corriendo para no llegar tarde.

—Hola —sonrió Alba cuando la vio entrar en el vestuario. 

—Buenos días —sus sonrisas eran sinceras. Los dos estaban confundidas y lo que había pasado el día anterior las tenía a ambas cuestionándose mucho sobre su relación.

Hasta que nos conocimos | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora