Lo siento

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Natalia sintió escalofríos por todo el cuerpo al llegar a la puerta de la casa de su infancia, el clima navideño picaba con fuerza y ella estaba helada. Sacó las llaves de su bolso y, nada más entrar en la casa, fue recibida por todos sus sobrinos. Se tomó su tiempo para jugar con ellos antes de unirse a las tareas de cocina con los adultos.

Temía el momento de quedarse a solas con Elena, así que lo evitó todo lo que pudo, pero cuando llegó la hora del postre, Elena se apresuró a ofrecerles a las dos que lo sirvieran.

—No, papá por favor, Nat y yo sacaremos el postre —Natalia se mordió el labio mientras seguía a su hermana mayor a la cocina. Tembló cuando Elena cerró la puerta tras ellas.

—¿Qué quieres que lleve? —Fingió, esperando que el hecho de que Elena les hubiera ofrecido ir juntas no significara que quería hablar.

—Déjate de tonterías. ¿Qué está pasando entre Alba y tú? —Fue directa, y Nat definitivamente no se lo esperaba.

—¿Qué? Nada.

—Vale, pues si todavía no pasa nada, ¿estás preparada para admitir que te estás enamorando perdidamente de tu oficial de entrenamiento?

—Elena, no lo estoy —Ella no podía confesar nada. Quería hacerlo, quería confiar en su hermana mayor, pero no sabía quién le preguntaba si su hermana mayor o una detective por encima de ella en el departamento.

—No te lo pregunto como tu superior, Natalia —dijo como si le hubiera leído la mente—. No se lo voy a decir a mamá ni a papá, no se lo voy a decir a tu sargento, pero necesito saber si lo que sientes puede comprometer tu trabajo y poner a tu compañera y a ti en peligro.

—Lo que siento no nos pondrá en peligro. No estoy actuando sobre ello. No estamos actuando sobre ello — trató de tranquilizar a Elena lo mejor que pudo, pero se dio cuenta por la forma en que su hermana la miraba que no creía ni una palabra de lo que salía de su boca.

—¿Os habéis besado? —Natalia vio la cara de Elena y ya podía ver que su hermana estaba inventando cosas en su mente y no necesitaba una respuesta. El enrojecimiento que se había dibujado en sus mejillas era toda la respuesta que necesitaba—. Tienes que tener cuidado Natalia, sabes que las parejas que trabajan juntas nunca terminan bien.

—No nos hemos besado.

—Oh, vamos, si parecías Olivia cuando le pregunté quién le había regalado los bombones en San Valentín —Eso hizo que Natalia se riera y liberara parte de la tensión que llevaba encima, pero miró a Elena con nada más que seriedad en su rostro.

—No nos hemos besado. No hemos expresado ningún tipo de sentimiento romántico la una por la otra. Si alguna vez siento que nuestros sentimientos podrían comprometer nuestro trabajo juntas, pediré otra compañera. Lo prometo.

—Solo quiero que no salgas herida Natalia, una vez que te has enamorado de tu compañero cuando una bala va camino de su pecho, no te lo piensas dos veces antes de saltar entre esa bala y su destino.

—¿Tú saltarías delante de una bala por mí? —Natalia se rio, esperando que su hermana no dijera que no.

—Por supuesto que lo haría, por lo que nosotras tampoco podríamos trabajar juntas —antes de que pudiera terminar, Jamie entró en la cocina con una sonrisa en la cara.

—Sabíamos que queriais charlar cuando os ofrecisteis a traer el postre, pero llevamos cinco minutos esperando —Natalia revolvió el pelo de su sobrino antes de recoger los platos y salir.

Pasaron una buena tarde, pero no tardó Natalia en tener que irse a su turno de noche. Alba la recogió en su casa y ambas se dirigieron a la comisaría. El incidente de hace unas semanas ya estaba olvidado por ambas partes. Les había incomodado un poco los primeros turnos después de que ocurriera, pero ambas decidieron dejarlo atrás.

Hasta que nos conocimos | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora