Hopohopo y el fantasma de la Navidad pasada

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TW: Ataques de pánico, insinuación de PTSD, y pues unos 728373 otros trastornos mentales que tiene John

Lo primero que pidió Samuel fue que George lo invitara a citas —citas de verdad, no como el incidente de Halloween— y, por lo menos hasta el momento, no lo había decepcionado. En un mes, habían:

1. Visto La Máscara juntos porque, duh, obviamente. Era evidente porque a George le gustaba tanto, y Samuel tenía que admitir que Jim Carrey de joven se veía bastante bien.

2. Tomado el ferry para dar una vuelta por Staten Island. Estaba lleno de gente y hacía bastante frío, pero valió la pena cuando terminaron en el apartamento de Samuel calentándose... con bastantes besos.

3. Ido a un parque luego de una clase en la biblioteca, donde comieron helado mientras paseaban sobre un puente muy bonito.

Hoy era 30 de noviembre, el cumpleaños de Samuel, lo que lo convertía automáticamente en una fecha especial. Para celebrar, George le había invitado a patinar sobre hielo en el Rockefeller Center.

—Me atrevo a decir que ya has hecho esto antes, ¿no es así? —preguntó el rubio una vez ya habían pedido los patines y entrado a la pista.

—Sí, en Castle Combe vivimos cerca de un lago y mi hermano y yo íbamos todos los inviernos a patinar cuando se congelaba —Samuel sonrió al recordar eso.

—Qué alivio —dijo George—. Alexander me dijo la otra vez que nunca antes había patinado, necesitaba el confort de saber que la gente normal sí lo ha hecho.

Samuel se rio. George estaba usando una chaqueta marrón que llegaba hasta las rodillas, unos pantalones negros, una camisa blanca y una bufanda roja alrededor del cuello, pero él no se estaba fijando en eso. No, Samuel se estaba fijando en sus ojos, esos ojos azules que no hacían si no verse más brillantes alrededor del hielo blanco.

—Andiamo? —preguntó George, sacándolo de sus pensamientos. Él asintió y movió sus piernas hacia adelante. Al menos podía decir que el sonrojo de su nariz era culpa del frío y no de, bueno, ya saben.

Patinaron durante un tiempo, dando vueltas alrededor de la pista, y George, que tenía una reputación que mantener y generalmente se preocupaba mucho por ella, se dejó llevar. No era una interpretación de El Lago de los Cines sobre hielo; nadie lo estaba juzgando. Eran solo él y un chico lindo en una... ¿cita? Todavía sonaba raro en su boca.

En ese momento, el celular dentro de su bolsillo vibró. George paró un segundo a ver de quién era la llamada: Charlotte.

—Ah, Lottie. ¿Cómo estamos hoy? —contestó, mientras patinaba hacia la salida de la pista—. Me pillas en medio de algo.

—¿Quieres que te llame más tarde?

—Oh no, no te preocupes. Siempre tengo tiempo para ti. Dame un minuto y enseguida estoy contigo, querida.

George salió completamente de la pista de forma muy ágil, a pesar de estar llevando patines con los que no era fácil caminar. Finalmente llegó a una de las mesas redondas que estaban cerca, donde la gente se sentaba mientras sus familiares se divertían en el hielo.

—Ahora sí, soy todo tuyo —dijo, mientras se quitaba los patines y activaba el modo videollamada. La cara de su amiga apareció en pantalla, tan radiante como siempre.

Wo bist du? —preguntó Charlotte al verlo al aire libre.

—Rockefeller Center. Oh, übrigens

Moment mal —Charlotte interrumpió—. ¿Qué haces allá?

—Bueno, ya sabes, paseando–

Pasado Imperfecto - TDA #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora