Los millonarios los prefieren pelirrojos

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En la lógica que gobernaba al mundo, no había forma de que un pedazo de papel amenazara con el equilibrio de todo lo que una persona consideraba certero. O al menos ese era el primer pensamiento de una persona promedio. De los incontables adjetivos que le habían dado a Alex alrededor de los años en los que seguía vivo, el de ser una persona promedio no entraba en su lista.

La mayoría del tiempo lo consideraban brillante para su edad, un poco impulsivo y hasta charlatán. Él no era una persona promedio con la que podían salirse con la suya, menos un desconocido que llevaba poniéndole los pelos de punta con sus extrañas pistas. Y ni siquiera sabía el nombre del hombre que había dejado la nota.

Ver la fecha no le había asentado bien, para alguien como él que era capaz de seguir tres conversaciones a la vez sin perder la atención de ninguna, se le estaba haciendo complicado captar cada una de las palabras que John le hablaba por el celular. En realidad, el chico no merecía ser ignorado de esa forma. Esa fue su excusa para cortar la llamada.

En el fondo se arrepentía... solo un poco. Ahora tenía asuntos más importantes que tratar, y luego quizá hasta se podía pasar por el apartamento de John. Era un lugar acogedor si mal no recordaba.

Pero eso debía esperar, la primera noche con George en el apartamento no había sido muy diferente a las anteriores sin él. Por lo menos ya estaba seguro de que no había aceptado a un loco dentro de su santuario.

Hubiera querido salir directamente a la biblioteca; sin embargo, aún estaban a inicio de semestre y era casi imposible decir lo que hacía, porque —aunque no sonara cierto— ya estaba tratando de salvarlo. Así que luego de clases y de estar escuchando, por más horas de las que quería, a sus profesores en las charlas y de ahí pasar al auditorio con más libros que comida en su estómago, logró desocuparse y finalmente volvió a dar una vuelta por el lugar que había iniciado su paranoia.

—¿Cómo supo dónde vivía?

El hombre ni siquiera apartó la mirada de su libro.

—¿Perdón?

—No se haga el tonto, sé que no es tonto... —entrecerrró los ojos y leyó el nombre que estaba escrito en el membrete de su camisa— Dandridge. ¿O debería preguntar por la nota en el paquete?

—Creo que se está confundiendo de persona —volvió su vista al libro, pero Alex no podía ignorar el pequeño atisbo de una sonrisa.

—Imposible.

—¿Entonces por qué se enoja?

—No estoy enojado.

—Lo entiendo, se siente usado, completamente dejado a la intemperie.

—Para nada.

—Ha vuelto a desconfiar en las personas, ¿no? ¿Qué tal lo del apartamento? Envié a un recomendado.

—George... ¿usted lo envió? —Alex lo miró con los ojos casi cerrados.

—Es un buen chico, te vas a acostumbrar a él. Eso sí, espero que al menos hayas limpiado —levantó las cejas y dejó su libro a un lado, sus dedos aún separaban la página en la que se había quedado.

—No me quiso hablar de su registro criminal... —dijo para sí mismo.

—No tenía conciencia de que tuviera uno, en Carolina son conservadores.

—O sea no le he preguntado a George de dónde es, ni a qué se dedica... —se pasó la mano por el mentón, había llegado a una conclusión— Tal vez debí pensar en eso antes de aceptar su dinero.

—Un momento, ¿George? —se veía apresurado a preguntar, pero no habló hasta que Alex hubiera terminado de divagar— Pensé que me hablaba a mí.

Pasado Imperfecto - TDA #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora